Colombia y Cuba están desde ayer más unidas. La isla caribeña deberá, como país garante, cuidar y, en caso necesario, encauzar los diálogos entre las FARC y el Gobierno de Juan Manuel Santos. El cometido no es sencillo y requerirá, aparte de la voluntad de las partes, de una gran destreza para sortear los contratiempos, más aún en un escenario tan convulso como el colombiano.

Sobre el terreno se siguen librando duros combates. Desde la comparecencia de Oslo el 18 de octubre, han muerto al menos medio centenar de guerrilleros y seis uniformados. Pero, también ha habido civiles heridos, entre ellos varios niños. El Gobierno ha cumplido con su palabra de seguir con los operativos militares y de no bajar la guardia. Una estrategia bélica que para nada va en consonancia con el diálogo, aunque sí le sirve para aplacar los ánimos de los sectores más conservadores y cercanos a los postulados «guerreristas» del expresidente Álvaro Uribe, enemigo número uno del proceso.

Los próximos meses serán cruciales. El acuerdo que salga de La Habana deberá sentar las bases para construir otra Colombia desde parámetros opuestos a los actuales. Un comentarista colombiano preguntaba recientemente al Gobierno en su habitual columna en un periódico de referencia del país qué entiende por paz y qué quería decir cuando el jefe del equipo negociador del Ejecutivo, Humberto de la Calle, afirmó en Oslo que «la dejación de las armas» no es sinónimo de paz. En su intervención aseguró que «la terminación del conflicto armado es la antesala de la paz. Para lograrla hay que ir a fondo en la transformación de la sociedad».

Esa «transformación» deberá darse desde muy diferentes ángulos e innovando en propuestas y estrategias para sustituir el lenguaje de la violencia por el del diálogo. Los políticos, medios de comunicación, docentes... tienen ante sí el gran desafío de transformar una sociedad acostumbrada a la guerra, a las masacres, a las desapariciones, a las amenazas. De su éxito dependerá el buen desarrollo de lo pactado en Cuba y que las heridas sanen de la manera más natural posible.