«Lo mejor está por llegar», aseguró ayer Barack Obama a los estadounidenses tras conseguir un segundo mandato de cuatro años, en el que se enfrentará a importantes retos y tendrá que lidiar con la oposición republicana, que seguirá controlando la Cámara de Representantes. A pesar de la crisis, el presidente electo se impuso a su rival republicano, Mitt Romney, tanto en número de compromisarios como en voto popular.

«Vuelvo a la Casa Blanca más decidido que nunca sobre el trabajo que hay que hacer y el futuro que tenemos por delante», afirmó Obama, quien insistió en que los estadounidenses no están «tan divididos como sugieren los políticos».

La noche electoral arrancó con una clara ventaja del exgobernador de Massachusetts, pero finalmente el inquilino de la Casa Blanca se impuso a su rival con holgura. Aunque en el voto popular la diferencia no ha sido muy grande, de apenas dos puntos (50,2% frente al 48,3%), Obama consiguió imponerse en 25 estados y la capital, Washington D.C., incluidos casi todos los que estaban en disputa: el estado crucial entre los claves de Ohio (50,18%), Virginia, Iowa, Colorado, Nevada, Pensilvania, Michigan, New Hampshire y Florida, donde el recuento proseguía anoche. El que la diferencia entre ambos (0,57 puntos) supere el medio punto porcentual no obliga automáticamente a un recuento de votos, según la legislación, pero el estrecho margen registrado en algunos condados de Florida hace necesario el escrutinio de los votos emitidos por ciudadanos ausentes el día de la elección (voto ausente), así como de otros votos provisionales sujetos a revisión, para dar por definitivos los resultados.

La diferencia con Romney en votos electorales era ayer noche de 303 -y más de 53 millones de votos populares- frente a 206 -y 52 millones de papeletas-, superior a la prevista, pero mucho menor de la que el mandatario logró en 2008 frente a John McCain (365-173).

Para el derrotado candidato republicano, además de la derrota, la nota más amarga de la noche electoral fue la pronosticada victoria de Obama en Massachusetts, donde Romney fue gobernador entre 2003 y 2007.

No obstante, logró importantes victorias en Indiana y Carolina del Norte, otro estado clave, donde consiguió cambiar la tendencia de voto. Romney venció en otros 22 estados.

El primer presidente negro de EEUU, que llegó al poder hace cuatro años con consignas de «esperanza» y «cambio», ha conseguido convencer a sus compatriotas de que estaba en mejores condiciones que Romney para dirigir el país durante cuatro años más, a pesar de su gestión mediocre de una crisis económica y social sin precedentes.

Durante su discurso de la victoria, desgranó sus prioridades: la reducción del déficit, el avance tecnológico, la educación, la reforma migratoria y la presencia en la escena mundial.

Pero el tema en torno al que articuló su intervención y el hilo conductor de la noche fue la necesidad de una mayor unidad, después de que la polarización que vive el país entre republicanos y demócratas se profundizara durante la reciente campaña presidencial, en la que tanto Obama como Romney se encargaron de subrayar sus diferentes visiones para el futuro del país.

La propia radiografía de los apoyos de Obama y Romney es otra muestra de división. Si el presidente electo contó con el apoyo mayoritario de latinos (71%), afroamericanos (93%), mujeres (56% -un punto menos que en 2008-), jóvenes (60%) y votantes urbanos (60%), Romney logró el respaldo del los hombres blancos (59% -cuatro puntos más que el apoyo logrado por McCain en 2008-), un grupo en clara disminución en el cada vez más plural EEUU.

Con ese panorama y la amenaza de luchas partidistas entre el Congreso y la Casa Blanca, Obama afronta su segundo mandato con un llamamiento a la unidad. «Espero en las próximas semanas y meses trabajar con líderes de ambos partidos para solucionar los desafíos que solo podemos solventar juntos».

No obstante, los observadores coinciden en que el riesgo de que persista el bloqueo político en Washington es tan grande o más que antes, ya que los estadounidenses han respaldado a Obama pero no han dado a su partido el control del Congreso. Además, después de esta campaña en la que los republicanos creían poder desbancar al presidente demócrata, el clima no va a ser propicio para la colaboración.

Y es que en el ámbito legislativo apenas se registraron cambios. Los republicanos consiguieron mantener su mayoría en la Cámara de Representantes, mientras que los demócratas hicieron lo propio en el Senado, lo que augura otra legislatura de parálisis en el Congreso.

Los electos republicanos en la Cámara de Representantes dijeron estar «dispuestos a trabajar» con el presidente Obama para hacer frente los retos presupuestarios que enfrenta el país, afirmó ayer su líder John Boehner.

En el Senado, los demócratas arrebataron escaños clave de Massachusetts e Indiana a los republicanos, al tiempo que lograron mantener Wisconsin y Virginia. En el lado republicano, destacó el triunfo en Nebraska y Texas. El congresista republicano Todd Akin, criticado por afirmar que el cuerpo de la mujer tiene formas de evitar un embarazo en caso de «violaciones reales», se quedó sin escaño.

También tendió una rama de olivo a Romney, al afirmar que espera sentarse con él pronto para ver cómo colaborar para impulsar el país hacia delante. El derrotado, por su parte, se declaró «preocupado por EEUU», que consideró se encuentra en «un punto crítico» y anunció que «rezaré porque el presidente Barack Obama tenga éxito como líder del país», una manera de augurarle enormes dificultades.

Los desafíos económicos no le van a dar respiro a Obama. EEUU se enfrenta a una auténtica hecatombe presupuestaria si antes de fin de año demócratas y republicanos no consensúan un plan para la reducción de déficit público. Si no hay acuerdo, entrarán en vigor una serie de recortes automáticos del gasto que coincidirán con la extinción de las reducciones impositivas adoptadas por George W. Bush.

Una vez pasadas las elecciones, el Partido Republicano tiene la responsabilidad de analizar la razones de la derrota de su candidato, quien durante meses exageró su conservadurismo para intentar ganarse las simpatías del ultraderechista Tea Party y, una vez proclamado candidato, dio un giro vertiginoso que resultó demasiado sospechoso para muchos. Pero al margen de su candidato, la formación tendrá que revisar su programa si quiere ganar en el futuro apoyos clave entre las minorías -latinos, mujeres y jóvenes, sobre todo- que de nuevo han sido determinantes en la victoria.