Mikel INSAUSTI

A precio y valoro en su medida el considerable esfuerzo creativo hecho por Matteo Garrone para cambiar de registro en «Reality», pero eso no quita para establecer las inevitables comparaciones entre los clásicos del cine italiano en los que se inspira y la realidad actual de la cinematografía transalpina, la cual se lleva muy mal con su pasado. Garrone llega a desarrolalr un diálogo más fluido entre el ayer y el hoy, al utilizar las localizaciones de una ciudad de Nápoles que se debate entre lo viejo y lo nuevo. Aún así, entiendo que su estilo un tanto vulgar, en el sentido populista del término, se presta más al realismo documental de «Gomorra». Le falta la sutileza de Fellini para apropiarse de la comedia coral que gravita entre el costumbrismo neorrealista y el onirismo circense.

Sí que acierta con el contraste arquitectónico napolitano, empezando por la tóxica y hortera televisión de Berlusconi que se cuela en el viejo hogar de una populosa familia que habita un palacio en ruinas, reformado en su interior en torno al invasivo electrodoméstico con un más que dudoso gusto. Las calles empedradas, plazas tradicionales y tabernas típicas de su vecinal casco urbano chocan estéticamente con los modernos centros comerciales, los parques temáticos y, no digamos ya, el plató donde se graba el programa-concurso «Grande Fratello». El escenario no puede ser mejor, pero es demasiado pedirle a Alexandre Desplat que haga de Nino Rota para introducir al espectador, mediante el misterio musical, en la magia surrealista de un mundo bipolar que combina la autenticidad conservacionista con los decorados artificiosos del progreso consumista.

La víctima de esa esquizofrenía ambiental es un pescatero que lleva dentro el gusanillo del espectáculo y hace reír a sus amigos y familiares travistiéndose. Su entorno hace mal en creer que puede trasladar su capacidad para entretener a un público más amplio, lo que le costará volverse loco a consecuencia de la obsesión por entrar en la casa de la versión italiana de «Gran Hermano».