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NARRATIVA

El oficio de vivir y de escribirlo

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Iñaki URDANIBIA
 
La prosa de Delphine de Vigan ( Boulogne-Billancourt, 1966) se desliza en medio de la encrucijada entre géneros. Una empresa genealógica y/o arqueológica, con el fin de llegar al comienzo del drama familiar que se va convirtiendo en un desarrollo narrativo de todas las historias de las distintas generaciones familiares, que van de los 50 a los 70 (y posteriores) del pasado siglo, en la ciudad de París. Todo ello va acompañado por las permanentes dudas acerca del hecho de escribir que se plantea, sobre la marcha, la escritora, cavilando acerca de la verdad de lo relatado. Algo que muchas veces más que a una pretendida objetividad responde a la capacidad de fabulación de los distintos componentes de la familia y la consiguiente constitución de una mitología que, más que a los criterios de verdad, responde en los más de los casos a la conveniencia de cimentación del sólido árbol genealógico. Se da así una contemplación de un constructivismo custodiado en todo momento por la duda. Esto hace que Delphine De Vigan titubee, avance por tanteos y trate de iluminar algunas oscuridades, incluso voluntarias, que rodean a algunos episodios del pasado en el entorno familiar. Ella sigue la invitación de Alain Bashung y Jean Fauque a Osez Joséphine, para que esta última se atreva y coge el título de la canción para el de la novela, y el tono para avanzar por los dominios propios de las tinieblas.
 
El desencadenante de esta tarea de búsqueda fue provocado por la muerte de su madre, Lucile, en condiciones un tanto extrañas. Al poco tiempo del fallecimiento de ésta, se dio la de la abuela, Liane. Tal hecho le va a arrastrar a hurgar en el pasado de la familia materna, tomando como eje de la búsqueda la existencia materna. Se va a servir para tales averiguaciones de las conversaciones con familiares, de los álbumes fotográficos, de las cintas magnetofónicas grabadas por su abuelo Georges y de los recuerdos de los rincones de la casa familiar y de los lugares vacacionales, inmortalizados en cintas filmadas en Super 8. Con todo ello va elaborando una tela de araña que no es otra cosa que la crónica familiar de los Poirier.  
 
La escritora se convierte en una avezada investigadora, contagiando a los lectores su vocación detectivesca, que se van a sentir implicados en las búsqueda de la versión más cercana a lo sucedido pues más de una vez se da una competición entre versiones diferentes y enfrentadas. No queda ahí la cosa, pues dependiendo de la elección, realizada con dolorosa tensión, esta va a conllevar a escoger el modo de contarla . Tal actividad de hurgar en las heridas familiares materno-filiales sirve a Delphine De Vigan para cerrarlas, en un acto de atrevida sinceridad terapéutica. El viaje deja su huella en la narradora, que se ve asaltada por fuertes ramalazos de anorexia; se convierte así esta certera novela en una exploración profunda de los brotes psicóticos de la madre y de la enfermedad de la hija, demostrando ésta que realmente sabe dónde pisa, por experiencia propia y por el seguimiento de la de su madre, entregando páginas de honda crudeza  en las que la sinceridad y el dolor se entremezclan.
 
Resulta así la novela contagiosa en lo que se refiere a provocar un cierto sentimiento de empatía con esos seres sufrientes, aspecto que se puede disparar más si quien se acerque a la lectura conoce casos cercanos de tales distorsiones de la mente, y… del cuerpo.
 
La novela  ha obtenido el premio de novela Fnac, el premio de novela de las Televisiones, el premio Renaudot de los institutos, el Gran Premio de las Lectoras Elle y el Gran Premio de La Heroína Madame Figaro. Ha tenido un éxito arrollador en el país vecino, en donde ha superado el medio millón de ejemplares y ha estado durante muchos meses en el ranking de las novelas más vendidas. Una lectura que nos arrastra por las sombras del alma y que resulta  francamente recomendable.ꆱ
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