Raimundo Fitero
Vulnerable
Un suicidio que puede cambiar una tendencia. Así se puede analizar desde la asquerosa frialdad del oportunismo político la desesperanza que llevó a una ex-concejala de Eibar a tirarse desde su balcón de su casa de Barakaldo antes de firmar el acta de desahucio de su vivienda. La tragedia convertida en detonante. En Euskal Herria una media de doce desahucios diarios conforman el mapa de una realidad que avanza de manera irremediable. Estamos en la epifanía del fenómeno. Los trámites para la intervención judicial no son inmediatos, es decir, se tardan unos meses en que se produzcan estos actos de violencia consentida por las leyes emanadas de los parlamentos, llevadas a su últimas consecuencias por los departamentos jurídicos de las entidades de ahorro y ejecutadas por el poder judicial con la ayuda de la policía. El Estado al completo. Solamente falta la bendición de la jerarquía eclesiástica para tener la foto del Poder coercitivo que nos lleva a la ruina total.
Y en medio de esta insostenible situación social, con gran parte de la ciudadanía empezando a despertar de su letargo narcótico del hipotecario como emblema de su condición de clase, va esa cosa que fuma puros y reza con obispos carcas y dice que mañana lunes va a emprender acciones para proteger a las «familias vulnerables». No es bueno insultar, hay que argumentar, pero ante tamaños insultos y agresiones al sentido común político básico, cuesta hilvanar un discurso que no se fundamente en las más inmediatas impresiones del desvarío de esa cosa que llaman presidente del gobierno del reino de España.
Proteger a los vulnerables después de quinientos mil desahucios es una idea de campaña electoral mezquina. Que su ministra de trabajo pida en televisión a Iberia, «sensibilidad» ante el ERE que anuncia con cuatro mil quinientos despidos es cinismo que debería constar en el código penal, porque esa que aseguraba que la virgen del Rocío ayudaría a salir de la recesión es la que ha elaborado la ley a la que se acoge la compañía aérea. Vulnerables somos todos ante de un gobierno cavernícola y retrógrado, un parlamento de cartón y unas leyes nefastas para los ciudadanos que viene de otras mayorías.