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Huelga histórica en Guardian Llodio para garantizar el empleo

Los trabajadores de Guardian Llodio, antigua Villosa, cumplen 20 días de huelga indefinida. Reclaman la negociación del convenio, pero, sobre todo, que se garantice el empleo. Porque la dirección de la empresa les ha chantajeado con 120 despidos por medio de un expediente de rescisión de contratos. «Seguiremos en huelga, si no garantizan que no habrá despidos», dijeron a GARA representantes de LAB.

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juanjo BASTERRA | BILBO

Veinte días de huelga indefinida apostados en las puertas de acceso a la planta de vidrio Guardian Llodio, antigua Villosa, y ocho miembros del comité de huelga encerrados en las instalaciones para buscar un acuerdo. De vez en cuando lanzan algunos cohetes para recordar al pueblo de Laudio que se encuentran en pie de huelga. Los trabajadores aseguran que la dirección les ha dicho que pierde cada día de paro 112.000 euros, «atendiendo a nuestras reivindicaciones no perderían esa cantidad. Lo que pasa es que quieren imponernos sus condiciones sin negociar».

Esta protesta es histórica en la fábrica de vidrio de Laudio. Los trabajadores reclaman la negociación del convenio que no avanza por la cerrazón empresarial, que no se compromete a mantener el empleo y, a la vez, amenaza con presentar un expediente de rescisión para 120 de los 650 trabajadores que componen la plantilla. GARA habló con representantes de LAB que recordaron la evolución que ha seguido esta empresa y aseguraron que «seguiremos en huelga hasta que no garanticen el empleo y negociemos mejoras en las condiciones laborales y salariales del próximo convenio».

«Amenazas y chantaje»

El viernes pasado Laudio apoyó en la calle a los trabajadores de Guardian Llodio. Porque la segunda población alavesa cuenta con el 17,8% de la población activa en paro, según los últimos datos de Lanbide. Está por encima de la media vasca y, en el caso de las mujeres, el paro asciende al 22%. Llevar adelante las amenazas de la multinacional vidriera generaría «más desolación», como reconocieron Agapito Valle, Alberto García y Antonio Mateos, de LAB, en el encuentro informativo.

Desde la toma de control de la compañía por parte de la multinacional estadounidense, a finales del siglo pasado, «las amenazas y el chantaje han sido las señas de identidad para amedrentar a los trabajadores» y, de hecho, los sindicalistas reconocen que «a la multinacional no le gustan los sindicatos, menos los reivindicativos y quienes se oponen a lo que ellos mandan, sin sentarse a negociar». En el anterior convenio, que concluyó hace un año, también se produjo un conflicto. Tuvo un impacto menor que el actual.

En éste, el Ayuntamiento de Laudio, presidido por Bildu, apoyó hace unos días una declaración institucional en favor de las reivindicaciones de los trabajadores para evitar que el tejido socioeconómico de Laudio sufra más. De hecho, el alcalde Natxo Urkixo se entrevistó con la dirección para transmitir de manera directa la necesidad de evitar nuevos despidos y disponer de garantías de futuro para que Guardian «pueda seguir siendo una de las empresas motoras de nuestra comarca».

Alberto García, delegado sindical de LAB, pidió a la dirección de la multinacional «que se siente a negociar» y Agapito Valle, miembro de la central sindical en Laudio, aseguró que las diferencias que se mantienen desde hace un año se deben a que la dirección propuso un acuerdo para cinco años, pero con incrementos salariales por debajo del IPC y con mayor flexibilidad. Frente a la iniciativa empresarial, el comité planteó una plataforma conjunta sobre la idea de conseguir «un incremento salarial por encima del IPC, una reducción de ocho horas en la jornada de trabajo y, sobre todo, la garantía de mantenimiento del empleo, que la empresa no lo hace». Sin embargo, la dirección no aceptó la propuesta y mantiene su cerrazón «incluso nos ha amenazado con los 120 despidos de trabajadores y otros 50 ó 60 empleados de oficinas».

Una de los hechos más llamativos en este momento se encuentra que un año después de comenzar los contactos para renovar el convenio, la dirección de Guardian Llodio no ha entregado por escrito ni la documentación oficial sobre la actividad de la planta, ni de las propuestas que remitió al comité. De hecho, la empresa se comprometió con la nueva reforma a no aplicar la cláusula de descuelgue, pero «fue de palabra. No hay documento que lo acredite».

Los sindicalistas de LAB consideran que eso es «hacer trampas». Porque entienden que «en Laudio no sobra nadie y la planta es rentable». Insisten en un dato que les han transmitido de una manera no oficial de que el año pasado Guardian Llodio cerró el ejercicio con 8 millones de beneficios. De hecho, «la empresa realizó inversiones importantes, por lo que no irá mal, más allá de lo que nos diga».

Otras consecuencias

A nadie se le escapa, como reconocen los sindicalistas, que algunos altos ejecutivos de la planta, entre ellos Jean Luc Morabito, el consejero delegado, han mostrado su preferencia por la planta que Guardian Llodio tiene en Tudela, «donde tienen controlado al comité y bajo presión a otros sindicatos reivindicativos, etc».

Agapito Valle descarta que este conflicto, que ha provocado la dirección de Guardian Llodio, se deba a la crisis económica. «El año pasado se deshicieron de los trabajadores que dependían de una empresa de trabajo temporal. Fueron 160 o 170 trabajadores. Esa reducción drástica ha incrementado los ritmos de trabajo del resto y se están poniendo en riesgo la seguridad y la salud de la plantilla». Por otro lado, entiende que «la producción sigue siendo alta. Puede haber una bajada de pedidos en un producto concreto, como son los cristales solares, pero es que hemos entrado en la campaña de otoño e invierno».

Tal es así que ante las jornadas de paros, previas a la huelga indefinida, en algunos puntos de producción «puso más trabajadores como indispensables, cuando no se cubren cada día». Ese hecho se puso en conocimiento de la Inspección de Trabajo, pero «no ha hecho nada».

En Guardian Llodio se está produciendo, como denuncia LAB, que los contratos de relevo «se hagan al personal de nuestra planta, pero al sustituto le mandan a la planta de Tudela. Seguro que no va en las mismas condiciones que los de aquí», dijeron los responsables de LAB que, por otro lado, sostienen que «se ha jubilado la trabajadora que llevaba las nóminas y ahora tenemos que reclamar a Tudela. Tardan en entregarnos la nómina, salvo cuando hemos estado en huelga indefinida para que viéramos el descuento que suponía hacer huelga», dijo Antonio Mateos. Este joven trabajador reconoce que quienes entran a la empresa perciben menos que los veterano -«que cada vez quedamos menos», puntualizó Alberto García-. «Eso se traduce en un 10% del salario y trabajamos 14 días más, porque no nos reconocen la media hora de bocadillo».

Esta decisión de crear la doble escala salarial fue de hace años, «dado que los trabajadores veteranos acordaron que sus hijos y quienes entrasen, cobrarían menos. LAB no apoyó esta decisión y todavía colea. En aquel caso, algunos sindicalistas de otras centrales fueron expulsados por su connivencia con la empresa y el mal hacer».

LAB asegura que la llave para la vuelta al trabajo la tiene la dirección «si se compromete a no reducir la plantilla» y «comienza una negociación real del convenio, con datos e informes encima de la mesa para que sepamos la situación. Está en manos de la dirección la salida».

Un directivo rompió la alambrada

Durante este tiempo que los trabajadores llevan de huelga indefinida y apostados en las puertas de acceso, la dirección de Guardian Llodio, por medio de Jesús Urien, ha tratado de desactivar la huelga. Envió una carta a cada trabajador para presionarle a que acudiera y llamaron a un grupo de unos 60 o 70 responsables de producción, que entraron escoltados por la Ertzaintza. «Sin embargo a la salida les increpamos y subió el tono, lo que motivó que ya no volvieran a la empresa».

Sin embargo, el equipo de dirección y los jefes de equipo han estado «encerrados en la empresa» porque «dormían, trabajaban y comían dentro». Ese hecho motivó otra denuncia ante la Inspección de Trabajo, pero la inspectora conminó a los representantes sindicales a que desistieran porque «aunque admitió que había visto las colchonetas distribuidas, si se daba por enterada tendría que poner una multa a la empresa. Le dijimos que si lo tenía que hacer, que lo haga», dijo Agapito Valle. «Ha habido un mando que ha hecho el vis a vis con su esposa a través de la alambrada de la fábrica», dijo Alberto García y el director Social «se marchó de la empresa rompiendo la alambrada», cuando «no hemos impedido la salida y entrada a los directivos de la empresa, como se demuestra que en varias ocasiones Jesús Urien ha salido y ha entrado sin estar allí la Ertzaintza», según explicaron los sindicalistas, quienes reconocieron que cada vez hay más tensión. J. B.

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