Si las encuestas sobre las preferencias de los ciudadanos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa en cuanto a la composición del nuevo Gabinetete de Lakua no sorprendían a nadie, seguramente tampoco lo habrá hecho el anuncio del Euskadi Buru Batzar de que el PNV gobernará en solitario y en minoría en la próxima legislatura. Tras dos rondas de contactos que han dejado la sensación de que no han perseguido la finalidad de buscar un acuerdo de gobierno, la decisión de gobernar en solitario no parece tomada precisamente ayer.

Se ha de reconocer que el partido jeltzale tenía difícil llegar a ese acuerdo de gobierno. Las diferencias programáticas con Bildu son evidentes, si bien en materia de autogobierno sí podrían coincidir, pero el día a día se antojaba ciertamente complicado. El PSE es con quien más afinidades tiene y, a pesar de que no habría sido la coalición mejor vista ni siquiera por los propios votantes jeltzales, habría sido la más creíble, pero se trata del partido que dejó al PNV fuera del Gobierno durante tres años. En cuanto al PP, además de que solo con su apoyo no lograría la mayoría suficiente, es el partido que facilitó la defenestración de los jeltzales. Sin embargo, da la impresión de que el PNV ni siquiera lo ha intentado seriamente. Le salen las cuentas, unas cuentas según las cuales supone que no tendrá enfrente una mayoría suficiente como para dificultar su labor de Gobierno. Sin embargo, uno de sus primeros retos será sacar adelante los presupuestos, es decir, conseguir el respaldo suficiente para que estos no sean devueltos, lo que demuestra lo endeble que puede ser el fundamento de su decisión.

Una decisión basada en una suposición más o menos consistente, ha dejado las rondas de contactos con los grupos parlamentarios en un procedimiento formal en el que no se han abordado verdaderas negociaciones para intentar seriamente lograr la participación de otro socio en el Gobierno. Ahora queda por ver la consistencia de la suposición del partido de Urkullu.