La conmoción social creada por los desahucios convierte el tema en campo abonado para todo tipo de demagogias e hipocresías. A la más flagrante, la de los bancos, le acompaña ahora la de los cuerpos policiales. Primero fue un sindicato español el que anunció que respaldará a los policías que se nieguen a ejecutar desahucios (un portavoz comparó su situación con la de «el soldado que, en el pelotón, se niega a disparar aun sabiendo que va a ocupar el lugar del fusilado»). Y ayer fue ErNE, de la Ertzaintza, quien se sumó a esta dinánica que más que de objeción de conciencia suena a campaña de imagen policial. Sin embargo, la desmemoria colectiva no es tan grande como para olvidar cómo se comportan estos cuerpos policiales en, sin ir más lejos, las últimas huelgas generales. Por ejemplo, con el joven Xuban Nafarrate, gravemente herido tras ser «fusilado» por un pelotazo a bocajarro en Gasteiz en la huelga del 29 de marzo de 2011. Tampoco queda claro por qué esa sensibilidad humanitaria no se aplica ante otras órdenes manifiestamente injustas como la de la insensata carga que deparó la muerte de Iñigo Cabacas en Bilbo. Ojalá un día los policías acompañen protestas populares y lleven claveles en los fusiles como en aquella imagen de Portugal de 1973, pero pretender escenificarlo en la Euskal Herria de 2012 es un sarcasmo inaceptable.