
Anjel Ord��ez Periodista
Martes y 13: c�sense, si es que se quieren
Hoy es martes y trece. Ni se casen, ni se embarquen, reza el refr�n. Parece que el origen de esta extendida superstici�n hay que buscarlo en algunas de las p�ginas m�s oscuras de la historia del cristianismo. As�, quienes conocen las entra�as del Libro del G�nesis sostienen que fue un martes y trece el d�a en que Dios decidi� confundir a los constructores de la Torre de Babel, creando una pl�yade de idiomas para evitar que el primer rascacielos de la historia llegase hasta la puerta divina. Pero no acaba ah� la cosa. En otro libro del Antiguo Testamento, el Apocalipsis, San Juan anuncia en el cap�tulo trece la llegada del anticristo, el maligno, que tratar� de enredar a la humanidad para apartarla de la fe verdadera, antes de la segunda llegada del Redentor. Y, ya en el Nuevo Testamento, fueron trece el n�mero de comensales de la �ltima Cena, la de Jueves Santo, la que precedi� a la tr�gica y ag�nica muerte de Cristo en la cruz. Una cena de hombres a la que no invitaron ni a la Virgen Mar�a, ni a Mar�a Magdalena, ni a Santa Marta, ni a Santa Salom� ni al resto de las santas mujeres. En plan rollo machista.
S� que cen� Pablo de Tarso. Santo var�n. Muy macho. Estos d�as se ha hablado mucho de �l, porque fue quien predic� con entusiasmo: �Ni los fornicarios, ni los id�latras, ni los ad�lteros, ni los afeminados, ni los que se acuestan con varones, ni los infames, ni los ladrones, heredar�n el reino de Dios� (Carta a los Romanos 1, 24-32). San Pablo fue el primer detractor de los matrimonios homosexuales. Bueno, quiz� el segundo, porque tiempo antes el propio Dios Creador hab�a arrasado Sodoma y Gomorra con lluvia de fuego y azufre, porque en ambas ciudades unos hombres cohabitaban con otros hombres. Taumaturgia divina de calidad.
Si me aceptan un consejo, no se preocupen por el martes y trece. Pasar� sin pena ni gloria. Y no se f�en de ap�stoles, disc�pulos, evangelistas, catec�menos, pros�litos y otros propagandistas de la verdad divina. La del fuego y el azufre. Olv�dense de la Inquisici�n, el Santo Oficio y la Santa Compa�a; del Opus Dei y del Papa Benedicto, antes Ratzinger Zeta, azote de cl�rigos rojos. Emb�rquense, si es preciso; c�sense, si es que se quieren, que de eso se trata. Y los curas, tambi�n. Entre ellos, si viene al caso.