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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Una de calles y plazas

La crisis del PP no se circunscribe solo a estas latitudes. Los centristas más extremos saltan en cuanto observan una actuación de ese partido que no es de su gusto.

Pascual Tamburri se mostraba en «El Semanal Digital» preocupado por el rumbo del PP. Comenzaba refiriéndose a la crisis creada tras los trágicos sucesos del Madrid Arena y continuaba diciendo que no es una excepción. Y la causa es, según Tamburri, que «Demasiadas veces en los últimos meses y años se ha prescindido de los sentimientos, valores e ideas de los que durante décadas han sido fieles al PP», lo que le parece que es «una política atrevida, sin duda, que quizás apunte (no sé con qué base) a una gran cosecha en la izquierda, pero que tiene un gran peligro a la derecha». Después iba al grano. «Esa política y ese maltrato tienen un símbolo evidente: en la ciudad de Madrid, donde el PP gobierna con mayoría absoluta (es decir, sin excusa), el Ayuntamiento ha decidido poner a una calle el nombre de Santiago Carrillo Solares. El ex secretario general del Partido Comunista tuvo responsabilidades directas en la represión antiderechista y anticatólica de la Guerra Civil 36-39». Servidora no es precisamente fan de Carrillo, pero el hecho de que quienes andan mañana y tarde echando pestes de supuestas equidistancias pongan en un mismo plano a los defensores de la Segunda República y a los golpistas que se alzaron en armas contra ella es de un morro considerable. Lean, lean: «O se aplica siempre o no se aplica nunca. No se puede considerar inaceptable una calle para la División Azul y dar en 2012, un Ayuntamiento del PP, una calle a quien en las mismas fechas era un agente de la Unión Soviética». Está claro que a Tamburri le haría tilín una calle a la División Azul que, por cierto, ha tenido muchas durante muchos años, y posiblemente aun tenga alguna. También lamenta la falta de calles para algunos demócratas sin tacha: «No Juan Yagüe, no Emilio Mola, no el capitán Cortés, no el coronel Moscardó. Sólo Carrillo y los que estuvieron en su bando». Y pataleaba: «Por la misma razón que se puede poner una calle a Carrillo (en nombre de la democracia...) se puede poner una plaza al GRAPO, que también tendrá sus madrileños que lo apoyen (aunque ninguno vote al PP), y por qué no una plaza a la ETA, que también tiene sus simpatizantes y no pocos en la izquierda». O un callejón a Tamburri.

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