El aspecto de España es malo. Siempre lo ha sido. España carece de una estética aceptable. Y esa carencia revela una moral deficiente, ya que la estética y la moral están, de alguna forma, muy relacionadas. Si se tiene elegancia, que es estética más moral, no estaríamos hoy ante esa grosera forma con que un periódico divulga en plenas elecciones un presunto papel que le ha facilitado a trasmano la Policía sobre la familia Pujol y el actual presidente de la Generalitat y en el que se acusa a estos personajes de corrupción económica. A mí los Sres. Pujol y Mas no me producen ninguna satisfacción. Son esos nacionalistas que desvirtúan el nacionalismo necesario para enderezar la vida de muchos pueblos; pero esta  observación no aparta de mí la repugnancia ante una policía que se permite conspirar contra el aclamado orden constitucional mediante procederes mafiosos. El mismo ministro español de Interior ha ordenado una investigación para saber si ese informe existe y, de existir, cómo se ha producido tan escandalosa filtración. Claro que el ministro puede ahora mantener esa postura que no garantiza que el Ministerio esté al margen del enredo. El Sr. Fernández me recuerda al personaje de la zarzuela «Luisa Fernanda», del que canta Carolina: «Caballero del alto plumero/ ¿dónde camina tan pinturero?/ Los caminos que van a la gloria/ hay que andarlos con parsimonia». A España sólo la retratan bien las zarzuelas y la Sra. Cospedal, que ha dicho esta necedad insigne: «No se trata de una ofensiva contra la independencia. Una cosa son las ideas políticas y otra las cuentas en Suiza». Mientras, la taifa policiaca con sus periodistas y su afreza, que es el cebo que se pone para atolondrar a los peces y hacerse con ellos.