Raimundo Fitero
J.R.
Al ver las fotos, las secuencias pasadas por las televisiones recordando al fallecido, uno comprende cómo ha influido la televisión en varias generaciones. La capacidad de series de estas características para ir forjando en el subconsciente de habitantes del globo una manera única de afrontar la vida, el poder, la empresa, los valores sociales. Y lo peor es que no ha existido un contrapeso, unas series del mismo tirón de audiencias que dieran otra visión, que fueran conformando una idea diferente de dinero, del lujo, de la felicidad subcutánea a base de colocar la bota en el cuello del débil, de caminar sobre cadáveres. Una economía agresiva, sin reparos, un capitalismo en estado puro, y en este caso, con el petróleo de fondo.
Y es que ahora se escuchan otra vez protestas de profesionales de TVE quejándose de la vuelta a la censura y las orientaciones en los reportajes, de ver que los telediarios vuelven a ser una loa al jefe, un desprecio a la mínima objetividad posible, volveremos a recordar que de alguna manera, la ciudadanía ya ha desarrollado defensas contra estas manipulaciones, porque son tan obvios y evidentes que hay que ser muy frágil mental para dejarse convencer por un teleberri. Lo que no se tiene todavía visualizado es el enemigo ideológico escondido en los magazines, las series aparentemente anodinas, y todos esos otros productos televisivos de consumo masivo que idiotizan y siembran ideología reaccionaria a borbotones.