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Nunca digas nunca Hamás

Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista

Israel y Hamas (algunos medios lo escriben con tilde) han firmado la enésima tregua para poner fin a la última guerra asimétrica entre el temible Tsahal (Ejército israelí) y la resistencia de Gaza.

La natural satisfacción y el alivio por que se haya detenido esta nueva masacre no aminoran la percepción de que estamos ante un descanso -el reposo del guerrero- antes del reinicio de nuevas hostilidades.

Muchas cosas deberían cambiar para que no se repitan estas situaciones. Algunas lo han hecho, pero no aún lo suficiente.

Empezando por las menos complejas, siquiera por la lejanía de sus responsables de la zona en conflicto, Occidente debería abandonar su posición de parte y tratar por lo menos de forma equidistante, que no ya a favor del débil (los palestinos), a ambos bandos en conflicto.

Al calor de su Primavera, los países árabes deberían abordar la cuestión palestina sin falsos paternalismos y sin utilizar esa causa como excusa para no abordar sus propios ajustes de cuentas con una larga historia de traiciones y abandono a su suerte de sus hermanos.

En el meollo del asunto, los palestinos deben ser conscientes de que unidos lo tienen difícil pero que desunidos están condenados a pudrirse en el desastre.

Israel debería darse cuenta de que su margen de maniobra militar y diplomático se sigue estrechando. Y de que puede llegar un momento en el que se vea forzado a negociar si los palestinos afinan su capacidad de hacer daño y reducen su asimetría respecto al enemigo emulándolo (los cohetes Fajr-5 son un aviso). Un escenario sangriento y, por tanto, tan indeseable como los bombardeos mortíferos de Gaza.

No basta con decir alto al fuego. Hay que apagarlo. Definitivamente.

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