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LA DERIVA DE KUTXABANK

El caos estratégico, institucional y político de Kutxabank

Los autores defienden que lo ocurrido en el proceso de renovación de los representantes de Kutxabank, marginando a una de las corrientes socieales dominantes en su clientela, muestra la deriva de una entidad cada vez más alejada de las necesidades de su tejido social.

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Ekai Group

Lo sucedido durante el proceso de renovación de representantes en los órganos de Kutxabank no es -al parecer- sino un episodio más del auténtico caos al que los actuales gestores están llevando a Kutxabank. Desde Ekai Center hemos intentado evitar entrar en las más que frecuentes disputas entre partidos políticos en relación con las cuotas de poder en Kutxabank. Sobre lo sucedido durante los últimos días sí parece necesario decir que, desde fuera, resulta extraordinariamente sorprendente.

No es en absoluto habitual que una entidad financiera demuestre esa agresividad a la hora de marginar a una de las corrientes sociales dominantes en su propia clientela. Parece suicida desde un punto de vista de gestión empresarial. Pero los comportamientos de los partidos políticos en relación con la evolución reciente de Kutxabank están siendo realmente llamativos en su conjunto y tenemos que reconocer que es posible que existan razones tácticas o estratégicas que desconocemos en unos u otros grupos que quizás expliquen algunos aspectos de lo que está sucediendo.

Eso sí, creemos fundamental poner una vez más de manifiesto nuestra opinión de que no es aceptable que los grupos políticos estallen de forma periódica en gravísimas disputas entre sí exclusivamente relacionadas con sus respectivas cuotas de poder, mientras la gravedad de la deriva institucional y empresarial de Kutxabank evoluciona sin cuestionamientos.

Lo sucedido durante estos días no es sino un episodio más de una gestión cuyo balance hay que calificar de caótico, tanto para la propia Kutxabank como para el conjunto de la economía vasca. Y ello por mucho que los medios de comunicación se dediquen a una penosa adulación de los responsables y las estrategias de Kutxabank, por muy destructivos que resulten para nuestra economía.

A la periódica guerra sucia entre partidos políticos por adquirir y mantener cuotas de poder en Kutxabank y al caos que esto está generando en la base social tradicional de nuestras cajas de ahorros, hay que añadir el caos institucional que el proceso de bancarización de las cajas generó en su momento y que se agrava por momentos.

Sin que se supiera en base a qué razones y sin ningún tipo de debate social, se decidió en 2011, de un día para otro, marginar de los órganos de control a representantes de usuarios y trabajadores. Sorprendentemente, alguien decidió que las instituciones públicas -los partidos políticos- debían monopolizar el poder. Y así se hizo, sin que la sociedad haya sido claramente informada ni haya tenido oportunidad de debatir.

En el momento actual, el más que evidente caos institucional se manifiesta claramente en la radical inseguridad aún existente sobre el futuro institucional de Kutxabank. Sabemos que alguien decidió marginar a trabajadores y usuarios, pero nadie sabe aún en qué medida van a ser las entidades públicas vascas, el gobierno español o terceros inversores los que al final se hagan con el poder en Kutxabank.

Por si fueran poco el caos en las relaciones entre grupos políticos y sociales y el caos en la configuración institucional, el caos estratégico de Kutxabank es ciertamente llamativo y, quizás, lo más peligroso. Nadie se explica cómo, de un día para otro, alguien se despertó con una nueva orientación estratégica para las cajas bancarizadas basada en la constitución de «un gran banco» a través de la expansión de Kutxabank fuera de su territorio natural.

Esta orientación estratégica, que supone un giro de 180 grados sobre la historia y la evolución natural de nuestras cajas de ahorros, se fundamentó en nadie sabe aún qué análisis estratégico. Repetir una y mil veces en los medios de comunicación que «queremos ser un gran banco» no puede considerarse como un análisis estratégico.

Como tampoco se ha explicado por qué el proyecto de «crear un gran banco» se transformó de pronto en «una entidad de 150.000 millones de activos» y, unos pocos meses después, en «una entidad de 120.000 millones de activos».

La operación estratégica efectivamente llevada a cabo dentro de estas políticas -la adquisición de CajaSur- se ha evidenciado ya como lo que era: un desastre para la solvencia de Kutxabank y un desastre de desorientación estratégica. Cualquiera de las restantes operaciones estratégicas intentadas por los actuales gestores -y fallidas- como las de CCM, CAM y Catalunya Bank, hubiera sido por sí misma suficiente para que Kutxabank estuviera en este momento en situación de quiebra técnica.

En cualquier empresa, una sola de estas decisiones estratégicas hubiera sido más que suficiente para la fulminante destitución del responsable de la misma. Cabe preguntarse por qué no ha sucedido esto en Kutxabank y, al contrario, se ha tolerado que su futuro se pongan en riesgo de forma gratuita una y otra vez. Y, en concreto, cabe preguntarse si los controles corporativos previstos para reencauzar estas situaciones están realmente funcionando. En primer lugar, por supuesto, el propio Consejo de Administración de Kutxabank, aunque la nueva configuración presidencialista puede hacer difícil que las voces discrepantes puedan hacerse valer. En segundo lugar, las instituciones públicas representadas en Kutxabank. Y, por supuesto, en último lugar, los partidos políticos representados en las mismas.

Pero esto no es todo. Desde el punto de vista de los retos a corto plazo que la crisis financiera está planteando, quizás lo más preocupante sea la demostrada falta de sensibilidad de los gestores de Kutxabank con respecto a los problemas y al futuro del tejido empresarial vasco. Los actuales gestores de Kutxabank no son gestores que estén enfocados hacia el mercado natural de las cajas. Sus preocupaciones tienen poco que ver con las necesidades de nuestras empresas y de nuestro tejido social. Necesitamos exactamente lo contrario. Es esencial que los responsables de Kutxabank se vuelquen en trabajar con las pymes que componen la base de nuestro tejido económico y que alienten a su red de oficinas en este sentido.

Esto es lo que necesita Kutxabank para terminar con este caos político, institucional y estratégico. Más seriedad, más pegarse al terreno y menos desvaríos macroeconómicos.

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