Juanjo Basterra | Periodista
Encienden la mecha de la desesperación
Cada día que pasa vemos que la desigualdad social se extiende. Con la excusa de la crisis económica, el poder económico y empresarial está concentrando su potencial con un solo objetivo: tener a sus pies a la clase trabajadora, porque la casta política hace tiempo que les rinde pleitesía. Es la dictadura empresarial. Más de cinco años después del inicio de la crisis, no se ve la salida por ningún sitio. El paro crece, los desahucios, también, pese a los gestos publicitarios de unos y otros, pero siempre manteniendo las premisas de quien ostenta el poder: los bancos. Tienen que seguir haciendo negocio con la miseria de los demás.
En las empresas, los expedientes de regulación aumentan, se duplican, y el cambio de legislación les ha favorecido. ¿Dónde se ha visto que la ley sirva al más fuerte? Es evidente, la desigualdad se extiende. En la negociación colectiva, el empresario vuelve a tener la sartén por el mango, como la sabiduría popular dice. No quiere oír hablar de repartir la riqueza, es decir de incrementar los salarios, pero tampoco quiere oír hablar de contratar a más gente. No. Porque eso reduce sus beneficios. Lo que hay que hacer es que la cada vez más reducida plantilla trabaje más y se le explote. Los datos están ahí, los salarios pierden cada vez más peso en la tarta de la riqueza. A cambio, el beneficio empresarial se dispara, ¡también durante la crisis! Desde 2008 a junio de este año, el conjunto de empresas que cotizan en Bolsa han obtenido beneficios netos de 164.843,66 millones de euros. Impresionante. El salario real de los trabajadores en ese tiempo no ha superado el 0,5%. Es decir, los empresarios tienen unos enormes sueldos y, además, se benefician de los resultados positivos. La crisis les ha permitido adelgazar plantillas y seguir engordando sus beneficios.
Con los desahucios, el aumento del desempleo, la bajada de salarios, el incremento de la jornada laboral, los gobiernos y el poder económico están encendiendo una mecha, la de la desesperación, que estallará, sin duda. Luego llegarán las lamentaciones. Pero no se puede estar dando y dando vueltas a la tuerca, porque al final, te ahogan, mientras a unos pocos les importa muy poco esa realidad dramática de miles de personas.