CRíTICA Ópera
El Rey sale del armario
Mikel CHAMIZO
Hay creaciones que son complejas, impenetrables y ambiguas, y esas cualidades son parte de su grandeza. Genet escribió que «la dificultad es la cortesía del autor con el lector", y esa dificultad de acceso es casi una constante entre los autores que trataron la temática homosexual en las primeras décadas del Siglo XX, en las que difícilmente se podía ser demasiado explícito. En Gidé, Whitman, Stein, Lorca... la mayoría de referencias homosexuales están veladas, disfrazadas, y eso es parte natural de su efectividad poética.
«Rey Roger» de Szymanowski es, a pesar de su corta duración, una de las óperas más densas del repertorio. Está tan sobresaturada de alusiones, símbolos y dobles sentidos que extraer una única interpretación de esa maraña estética es algo ciertamente peligroso. Pero el director de escena Michal Zaniecki coge el toro por los cuernos y se decanta sin ambages por la interpretación homosexual del libreto, una lectura que es cierta e indudablemente está presente. Pero si Szymanowski e Iwaszkiewicz -el otro libretista- arropan esta lectura homosexual con un manto de dificultad, de una posibilidad entre otros temas capitales como el deber, la autoridad, la seducción, lo religioso, lo profano, lo apolíneo y lo dionisiaco, Zaniecki vulgariza toda esa complejidad intelectual en su afán por presentar «Rey Roger» como la primera queer opera de la historia. El beso que el Rey le da al pastor profeta en el primer acto, o el abrazo en el segundo, son gestos elocuentes pero aún sutiles que se desintegran ante un soez tercer acto sito en un bar de ambiente, en el que los miembros del coro se suben la bragueta mientras salen del cuarto oscuro. No falta ni el marinero ebrio en esta Genet-ización de la cosa. Fue un final conceptualmente zafio que no se enderezó ni con los espectaculares efectos visuales y cambios de escenario que desató el polaco. Una pena, tras dos primeros actos que habían gozado de fuerza escénica y visual, aunque ya se adivinaba lo que estaba por llegar en el baile del final del segundo acto, convertido en una orgía impregnada de mal rollo, caótica y grotesca.
Afortunadamente Znaniecki no pudo intervenir en la partitura, que fue transmitida en toda su complejidad y poliédricas intenciones por los implicados. Mariusz Kwiecein fue un Rey Roger impactante, tanto en el uso de su preciosa voz de barítono lírico como en su capacidad para transformar al personaje a lo largo de la función. Hace tiempo que no veía un personaje tan bien construido por un cantante. La Roxana de Agnieszka Bochenek-Osiecka le fue a la zaga con una emisión tensa en los numerosos vocalises sensuales que le depara el compositor, pero como a mí me parece un personaje antipático me resultó hasta adecuado. José Luis Sola, con una planta magnífica y una actuación vocal muy notable, consiguió personificar a ese ángel de la lujuria que Znaniecki quiso que fuera el pastor, y la fascinación que supo ejercer sobre Kwiecein fue excitante también desde fuera. Bien también el resto de cantantes, no así el Coro de la Ópera de Bilbo, al que le faltó fuerza y presencia en la liturgia inicial y en otros puntos importantes de la ópera. Magnífico el director Lukasz Borowicz, extrayendo de la Orquesta de Euskadi una interpretación densa pero afilada, como debe ser.
Obra: Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO). Rey Roger, ópera en 3 actos de Karol Szymanowski.
Intérpretes: Mariusz Kwiecien, Rey Roger. Agnieszka Bochenek-Osiecka, Roxana. José Luis Sola, pastor. Fracisco Vas, Edrisi. Coro de Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Euskadi.
Dirección musical: Lukaz Borowicz.
Dirección escénica: Michal Znaniecki.
Lugar y fecha: Bilbo, Euskalduna Jauregia. 24/11/2012.