Será cosa de meigas...
La historia vuleve a repetirse. El Athletic jugó bien, mucho más que su rival, pero no terminó de rematar el partido cuando se puso por delante en el marcador y terminó cediendo un empate inmerecido merced a una jugada aislada y a su posterior falta de puntería.
ATHLETIC 1
DEPORTIVO 1
Joseba VIVANCO
El Athletic solo ha ganado uno de los cinco partidos de Liga en los que De Marcos anotó en San Mamés. Esta podría ser la explicación menos convincente y más estrambótica de porqué los rojiblancos no se llevaron los tres puntos ante el Depor, pero dado que hasta Marcelo Bielsa reconoció después que ya no sabe cómo justificar las razones por las que su equipo no se impone en partidos que como el de ayer era «ganable, merecimos ganarlo, debíamos ganarlo», habrá que pensar en meigas, que los gallegos aseguran que haberlas haylas.
Por repetido que sea lo visto ayer no duele menos, a pesar de que el técnico argentino diga que se siente más «inhibido» que decaído. A Bielsa le gustaron los suyos y prueba de ello es que solo hizo un cambio y, esta vez, para mejor. Ni la grada de La Catedral puede negar que los leones trenzaron durante buena parte del encuentro un juego que se asemejó e igualó al tan alabado de la pasada temporada. Pero al tiempo que los jugadores encuentran su ritmo de no hace tanto tiempo atrás, siguen sin dar con el dichoso gol.
Chutar hasta 26 veces a puertas no es baladí; si de esas, solo 6 van entre los tres palos, es otra cosa; si además, dos balones, uno tuyo y otro del propio rival, golpean en el travesaño, la cosa ya da qué pensar; y si al final esa capacidad ofensiva la conviertes en un único gol, está dicho todo, máxime cuando el contrario te dispara 9 veces, de ellas 5 a puerta, y te mete una. Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible.
Guiados por un gran Herrera, que destapó su tarro de las esencias, secundadas sus espaldas por Iturraspe y más atrás con unos expeditivos Amorebieta y Ekiza, los rojiblancos dieron con la chispa que echaban en falta en su juego combinativo, de primer toque, de visto y no visto. Fueron ellos por muchos momentos y habrá que confiar en que de verdad hayan vuelto para quedarse.
El gato coruñés no parecía estar y dejaron ver sus colas los ratones colorados de Bielsa, los Herrera, De Marcos, Susaeta e Iraola, que ayer empezaron por fin a bailar sobre el césped, a interpretar una sinfonía conocida, que salieron de su ratonera para danzar bajo la pertinaz llovizna, sin resbalones, jugando al primer toque en un futbolín, haciendo por momentos de la banda derecha la ruta del queso, ora un tacón, ora la mato caída del cielo, ora te la doy con tiralíneas, ora bailamos alrededor del gato coruñés...
Así, de esa guisa, hilvanaron unas cuantas jugadas en la primera mitad y se gustaron mucho más en la segunda. Así llegó su primer y único gol: pase en profundidad a ras de hierba de `Itu', Susaeta deja pasar la pelota para que siga su curso, llega al fondo del campo, centra atrás como mandan los cánones del buen pasador y llegando desde los tres cuartos, el `tuercebotas' De Marcos la vuelve a colocar de fábula, a la otra esquina de Lux. Tercera diana del alavés en Liga, décima asistencia del eibartarra en las dos temporadas que lleva con Bielsa. Por fin el Athletic parecía haber recuperado ese juego de primer toque sin pérdidas fatídicas, esas buenas noches del Cola-Cao, ese toco y me muevo que santifica Bielsa.
Buen juego aderezado por un compromiso alto en la presión sobre el contrario, a la hora de adelantarse al rival, de robar y volver a empezar. Poco más se le puede pedir a este equipo, poco más excepto rematar la faena.
Es como si La Catedral deseara de una vez por todas un partido plácido, facilón, de esos de marcador abultado desde la primera mitad, aunque sea ante el último de la fila. Porque ayer, el mayor rival del Athletic no fue el Depor, sino lo corto del resultado a favor. Quizá la clave fue no ir de manera decidida a por el segundo gol en esa primera mitad en la que el Deportivo apenas inquietó, y en la que el Athletic se conformó.
Es verdad que el hijo pródigo Fernando Llorente la tuvo por dos veces en la misma jugada, primero cabeceando al palo y luego asestando el rechace para que Lux lo detuviera sobre la línea de meta. Pero a parte de esta clara ocasión y de otro disparo cruzado del `9', las llegadas del Athletic que concluyeron en `uy' no se prodigaron para nada.
Había arrancado el Depor queriéndose subir a las barbas del Athletic, pero había demasiado en juego como para que de fuera vinieran a mandar en casa de uno. Pronto los locales comenzaron a tomar la batuta del tempo, a acariciar el balón, a robar y resetear, incluso se permitieron el lujo de brindar a la parroquia bilbaina ese susto incluido en el libreto, cuando Ekiza golpeó con tanta fuerza y parábola una cesión a Iraizoz que casi la cuela en la red propia.
Avisó antes Llorente con esa doble ocasión, larguero incluido, metió el miedo en el cuerpo propio Ekiza y tranquilizó al respetable De Marcos con su acertado gol. Era el minuto 23, Herrera se marcaba bicicletas y Susaeta bajada balones desde el firmamento. El Athletic se gustaba, pero ahí se quedó todo.
Salió del vestuario el Athletic en tono similar, pero como tantas y tantas veces, una jugada aislada del rival, de esas que hace falta ver en la repetición, puso unas impensables tablas en el luminoso, que hicieron presagiar lo peor. De un córner mal despejado, el balón acabó en la red de Iraizoz. Así de fácil.
Fueron unos minutos, los siguientes, de desconcierto en las filas rojiblancas, hasta que la entrada de Ibai por Aurtenetxe dio la misma profundidad al carril izquierdo que al derecho, más protagonismo a Muniain por dentro y un juego coral al equipo, volcado sobre el área de Lux. Por las bandas y por el centro, por arriba y por abajo, el Athletic lo intentó por tierra, mar y aire. No metió de manera incomprensible la cabeza el de Santutxu a un balón fácil de gol, otro balón de Iker que se paseó por el área pequeña, un chut de De Marcos, otro de Iraola con mucho veneno... Los gritos de ¡Athletic, Athletic! resonaban, mientras Llorente cabeceaba alto un balón de Amorebieta.
Llegaba el Athletic en oleadas, rondaba la meta deportivista como quien ronda a la novia, pero ayer, como tantas tardes, estaba de que no. Como tantas y tantas. Como ese balón, en el minuto 85, rebotado entre dos defensas gallegos que terminó escupiendo su propio larguero. Los de Oltra se defendían, ahora sí, como gato panza arriba, incluso aprovechaban los huecos atrás del Athletic para sustos como el de Bodipo en el minuto 84. Este Athletic sigue empeñado en poner la otra mejilla, una actitud que se está volviendo peligrosamente endémica. Y las meigas, haberlas haylas.
El técnico Marcelo Bielsa habló de «impotencia» a la hora de analizar el resultado tras lo visto en el campo. A su juicio, «defendimos bien, elevamos mucho la cantidad de recuperación, la intensidad del juego, fue un juego variado, paciente, la cantidad de llegadas podía haber sido mayor... Entonces, toda esa construcción reclama un final diferente al que se dio». No se sintió afectado especialmente por el empate, dijo, pero matizó que «explicar con tanta reiteración este mismo escenario, tener que justificarse constantemente ante el público, me inhibe». Defendió la realización de un único cambio porque todos los jugadores lo estaban haciendo bien e incluso aseguró que dudó en dar entrada a Ibai, aunque luego asumió que el de Santutxu proyectó aun más al equipo en su papel de extremo. Sí que valoró la aportación de Llorente, ayer, durante los noventa minutos, sobre el que dijo que siempre estuvo cerca de la opción del remate, a pesar de que sus compañeros no le encontraron tantas veces como el juego hecho podía presumir.
Pero más expectación que la comparecencia del rosarino la acaparó la inesperada de Fernando Llorente en pasillos. El `9' se despachó diciendo que «mi único futuro ahora mismo es seguir en el Athletic y darlo todo aquí. No pienso más allá y lo demás me da igual», cuando todos dan por hecha su salida en junio. «Ojalá pueda meter unos cuantos goles de aquí al final», respondió. Sobre su actuación ayer, aseguró que «se puede llamar mala suerte, pero quizás con más confianza habría entrado alguna; eso no se sabe». Sobre la actitud de la grada de San Mamés para con él, contestó que «me centro solo en jugar. No me fijo en lo que pasa en la grada».
Un aficionado gallego resultó herido en una ceja por un botellazo, y otros dos detenido en unos enfrentamientos protagonizados en las horas previas al encuentro. Durante el partido, hinchas de Riazor Blues y Herri Norte se cruzaron consignas.
Los jugadores del Athletic portaron brazaletes negros en recuerdo a Alfonso Ruiz, el fisioterapeuta del primer equipo que falleció la semana pasada. Además, Óscar de Marcos, nada más marcar, se acercó al banquillo de su equipo para recoger una camiseta rojiblanca con el nombre de `Alfonso', que mostró al público.
Fernando Llorente fue recibido con pitos cuando la megafonía nombró al `9', si bien durante el partido, a excepción de algunos cánticos provenientes de Herri Norte y que muchos respondieron con silbidos de desaprovación, la grada se mostró indiferente con el delantero. En la esquina de ese fondo, había una pancarta que rezaba: ``Estamos hasta los huevos, Llorente vete ya». Sí que fue despedido con aplausos el veterano deportivista Juan Carlos Valerón, al ser cambiado en el minuto 71, aplausos que, eso sí, no devolvió.