«Si me expulsan a Siria me pueden detener o pegar un tiro»
Hokman Homa, nacido en el Kurdistán sirio, se convirtió en un símbolo hace más de dos años y medio, cuando lanzó un zapato al paso de la comitiva del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. Fue encarcelado y ha permanecido en prisión 33 meses, prácticamente toda la condena de tres años que le impuso un juzgado de Sevilla. Ahora, sin papeles, teme ser devuelto a Siria y pide asilo político.
Alberto PRADILLA | MADRID
El kurdo Hokman Joma ha pagado 33 meses de cárcel por lanzar un zapato a la comitiva en la que viajaba el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. Desde aquel 22 de febrero de 2010 en el que, al grito de ¡«Kurdistán libre!», expresó su rabia arrojando su calzado, ha permanecido entre rejas. Mucho más tiempo que, por ejemplo, el periodista iraquí Muntazer Al Zeidi, que a punto estuvo de acertar sobre el expresidente norteamericano, George W. Bush, en una comparecencia en Bagdad, allá por 2008. Después de ser liberado, se encuentra a la espera de que se confirme su indulto. Continúa denunciando que el primer ministro de Ankara es un «torturador» y reivindicando que, pese a la distancia, el pueblo kurdo «sigue unido y luchando». Ahora, su principal preocupación es obtener el asilo político. No tiene papeles y le aterroriza una posible expulsión al Kurdistán sirio, lugar del que procede y donde considera que su seguridad está en riesgo.
«Erdogan ha hecho mucho daño. Tenemos prohibido todo derecho, todavía está vetado hablar en nuestro idioma en muchos lugares, nos trata como si fueramos ciudadanos de tercera categoría», explica, durante una entrevista telefónica concedida a GARA. «Tiene el récord de periodistas encarcelados, miles de presos políticos y pretendían darle un premio», insiste, recordando que Erdogan estaba en Sevilla para ser galardonado por su contribuación a la «multiculturalidad».. Demasiado para su paciencia. Y para la de muchos. Pero él fue quien lanzó el zapato. Y fue encerrado.
Presiones y agradecimientos
«Turquía ha presionado. Eso lo tengo seguro. Si fuese ciudadano del Estado español o árabe, habrían dicho que no pasaba nada, que se respetan las ideas, que era una equivocación... Pero al ser kurdo, les duele. Es una infamia para él», asegura Joma, que llama la atención sobre los vínculos económicos y armamentísticos entre Madrid y Ankara. «La única razón por la que he pasado tanto tiempo en la cárcel es por ser kurdo. Parece que también nos tienen que castigar aquí», afirma, tras recordar que el juez únicamente tomó en consideración el indulto cuando apenas le quedaban cuatro meses de condena. «Es una trampa para decir que han liberado al kurdo. ¡Me han dejado cumpliendo la pena a pulso! ¿Qué persona ha pasado en la cárcel 33 meses por lanzar un zapato?», asegura, molesto.
Ni Gobierno español ni sus jueces se preocuparon por él. Sin embargo, sí tiene agradecimientos. Por ejemplo, para Amaiur, que preguntó por su situación ante el presidente español, Mariano Rajoy. También para Izquierda Unida y otras organizaciones que le han apoyado.
Ahora, una vez recuperada la libertad e instalado en casa de un amigo («como si fuese de la familia, me ha apoyado durante todo mi encarcelamiento»), su preocupación es otra. No tiene papeles. Llegó al Estado español en 2005, a través de un barco a Ceuta. Estaba en trámites de expulsión cuando fue arrestado y ahora sufre la tensión de pensar qué podría ocurrirle si fuese expulsado a Kubani, su localidad de origen, ubicada en el noroeste de Siria. «Toda mi familia es rebelde. Si ahora soy detenido allí, pueden pegarme un tiro. El dictador (así se refiere en todo momento al presidente sirio Bachar Al Assad) está matando a la gente», afirma. Su situación simboliza la de todo el pueblo kurdo, castigado por Damasco, olvidado por todos y que no puede fiarse del Ejército Libre Sirio. «Está apoyado por Turquía y Arabia Saudí», señala. Y Ankara no ve con buenos ojos que los kurdos se autoorganicen, en una Siria en la que ya interviene de forma activa.
Después de 33 meses en la cárcel, su alternativa es el asilo político. Mientras, sigue en un limbo, sin poder trabajar y «esquivando a la Policía». Pese a todo esto, se mantiene firme. «Los kurdos somos perseguidos en muchos países, ni siquiera nos dejan hablar en nuestro idioma. Tenemos que mantenernos unidos». Él tuvo que huir pero, a pesar de la distancia, insiste en que su lucha «está viva». «No olvidamos de dónde venimos».
«Turquía ha presionado para que no me liberasen. ¿Qué persona en el mundo ha pasado 33 meses en la cárcel por lanzar un zapato?»
«Erdogan ha hecho mucho daño. Tenemos prohibido hablar nuestro idioma, nos trata como ciudadanos de tercera y pretendían darle un premio»