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CRíTICA: «Golpe de efecto»

Tú eres mi sol, mi única luz

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Mikel INSAUSTI

La película con la que Clint Eastwood regresa a la interpretación, desligándose de la dirección, sigue el esquema clásico del melodrama familiar que utiliza como efectivo e infalible recurso sentimental una canción conmovedora. El octogenario actor susurra en la tumba de su mujer en la ficción la letra de «You Are My Sunshine», canción tradicional de los años 30 que en los Estados Unidos marcó a la generación a la que pertenece Eastwood. Por si la situación ya no fuera suficientemente emotiva para el espectador, se remata con el comienzo de la versión de Carly Simon, únicamente con su delicada voz y unas leves notas sueltas de piano como fondo. Para contrarrestar el efecto melancólico de la vieja balada, la banda sonora se desdramatiza gracias al clásico setentero de los Hollies «Long Cool Woman in a Black Dress».

Las dos canciones ilustran los buenos tiempos que ya no volverán, algo que Clint Eastwood sabe expresar ante la cámara como nadie. Ya demostró, dirigiéndose a si mismo en «Gran Torino», que el papel de viejo cascarrabias lo domina en perfecta consonancia con su verdadero perfil conservador en la vida real. En «Golpe de efecto» lo aplica a un viejo ojeador de futuras promesas de béisbol, que está perdiendo la vista. Representa un pulso desesperado entre el ayer y el mañana, intentando hacer prevalecer la teoría de que para descubrir nuevos talentos es necesario alguien muy experto, y en ese equilibrio natural entre experiencia y juventud se halla el secreto de la vida.

Pero lo bueno de nuestro admirado Clint es su talante autocrítico, extensible a la conflictiva relación paternofilial que mantiene con una Amy Adams que le da la réplica justa. No le quedará otro remedio que reconocer y aceptar la ayuda que le ofrece su hija, pues ella le presta sus ojos para mitigar el desgaste físico de la edad. A cambio, agradecido, él le brinda la lección del hombre sabio que es capaz de valerse solo de su oído para saber si un bateador puede golpear la bola con la debida sonora contundencia. Lástima que la realización no sea suya, y que el debutante Robert Lorenz desfase aún más el relato con un flash-back cantado.

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