La filtración de miles de documentos clasificados a Wikileaks sostiene la acusación del Gobierno de Estados Unidos contra Bradley Manning que, es cierto, hizo un juramento de secreto cuando ingresó en las filas del Ejército de aquel país. Pero más allá del soporte legal de las acusaciones que pesan en su contra, Manning tiene derechos básicos que deben ser respetados: derecho a no recibir un trato humillante e inhumano, derecho a un juicio justo. Y si puede justificar sus actividades en un tribunal, entonces debería ser absuelto. La realidad, sin embargo, demuestra que todo es radicalmente distinto a lo que se presupone como lógico.

Tras más de dos años en un régimen de aislamiento extremo, Manning subió ayer por primera vez al estrado en las audiencias en la base de Fort Meade, Maryland, previas al juicio militar previsto para el próximo febrero. Respondió por primera vez, con elocuencia, a su abogado civil y su relato resultó estremecedor. Le aplicaron un protocolo de suicidio que nunca corroboraron los psiquiatras, fue privado de luz natural, de las gafas que necesita para ver, se le obligaba a dormir con una especie de camisa de fuerza... infinidad de detalles que retratan un trato que, como mínimo, puede considerarse de denigrante y punitivo. Un retrato en alta resolución del rostro real de EEUU.