Cinco partidos para remontar posiciones
Se acabaron los imponderables
Los rojiblancos tienen ahora la obligación de ganar en casa a Celta, Zaragoza y Rayo y sacar algo positivo en Mallorca y Levante.
Joseba VIVANCO
Hay que pasar página, invitaba Ander Herrera en el postpartido del Camp Nou. El domingo, ante el Celta, en San Mamés, el Athletic no solo tiene una final, sino la obligación de empezar a sumar puntos, uno tras otro, de tres en tres a ser posible, porque con los puestos de descenso pisándole los talones el calendario que resta hasta finalizar la primera vuelta liguera debe ser la rampa de lanzamiento de este Athletic que ha gastado ya sus siete vidas, si es que las tenía. De momento, los de Marcelo Bielsa tienen ante sí tres partidos en los que la victoria se antoja imperativa: Sparta, Celta y Eibar. Un resbalón en cualquiera de ellos resultaría imperdonable e injustificable.
Tras la debacle ante un intratable Barcelona, se acabaron las coartadas. No más pifias de Iraizoz, no más despistes y endeblez defensiva, no más Iturraspes y De Marcos irregulares, no más peligrosas pérdidas de balón de Muniain en la medular, no más ocasiones de gol malogradas... no más imponderables. A partir de ahora ya no valen las exculpaciones ni los alegatos. Solo vale sumar.
Es verdad que los leones tienen a tres puntos el descenso, pero no es menos cierto que, a estas alturas de competición, ni ellos ni muchos otros se han desenganchado de nada. Celta en casa, visita al Mallorca de Caparrós -que también se empieza a jugar la vida-, recibir al Zaragoza en La Catedral, rendir viaje al rocoso Levante y cerrar en campo propio ante el Rayo.
De los tres encuentros en San Mamés no se puede escapar ni un solo punto, y fuera hay que rascar algo para situarse bien de cara a la segunda vuelta, a partir de la que todo se decide y donde a este equipo -en eso casi todos estamos convencidos- no le puede ir peor que hasta ahora. Lo contrario sí que sería ya para un diván sicoanalítico, pero no con un argentino escuchando, sino sincerándose.
Inquietud en el entorno
Es cierto que en parte del entorno del equipo, de la afición, se empieza a instalar una sensación de desazón, de pérdida de confianza, de credibilidad, no tanto en los jugadores como en la apuesta cabezona del técnico por una filosofía que chirría en partidos grandes. Incluso se escuchan ya voces de quien recuerda el bienio negro rojiblanco y alerta de que entonces se veía venir y ahora los árboles no dejan ver el bosque; voces que hasta sienten nostalgia del fútbol caparrosiano del Athletic.
No hay que salir a preguntar en los aledaños de San Mamés. Basta con escuchar las preguntas que parte de la prensa empieza a hacer desde hace un par de partidos a jugadores y el sábado por la noche al propio Bielsa. Cuestionamientos sobre si el equipo debe empezar a mirar hacia otros objetivos esta temporada, y no precisamente los de entrar en puestos europeos o situarse lo más arriba posible. Vamos, que sin llegar a la mitad del campeonato, con esta plantilla y el juego que viene desarrollando el equipo los últimos tiempos, a algunos comienzan ya a temblarles las piernas, y no precisamente a los futbolistas.
El mal sabor del Santiago Bernabéu, como el del Camp Nou, no dejan de ser berrinches lógicos, calentones a bote pronto por cumplirse lo que todos temían. Este Athletic no es un equipo de sorpresas, es más bien un equipo regular, que o lo hace bien o lo hace mal. Hace mucho tiempo que dejó de soltarse la melena y hacer saltar el pleno al quince en las quinielas. ¿Lo de Old Trafford? El equipo estaba en el momento dulce y el United se pensó que por las rayas rojiblancas el que venía era el Sunderland o el Stoke. Porque en Alemania ante el Schalke el equipo estuvo por momentos contra las cuerdas, y no digamos en Lisboa ante el Sporting.
Lleva razón Herrera cuando afirma que hay que pasar página. Lo del Camp Nou no cuenta. El Athletic de los veinte primeros minutos fue el Athletic al alza de los últimos partidos, al que sigue sin acompañarle la inercia positiva que todo equipo necesita para ir hacia adelante. Y no cuenta porque enfrente estaba un Barcelona que no es el de hace un mes, ni tampoco el de hace tres semanas.
Ante un Barça de ensueño
Es el Barça que hizo añicos al Spartak de Moscú, que doblegó en su estadio al súper Levante, que dio otro pasito más y goleó a un Athletic que no fue a esconderse. Un Barça que está ya a punto para pasar por encima de cualquiera, que tiene hambre de Messi, donde Iniesta justifica su candidatura a Balón de Oro, Pedro no es el irregular Alexis, Jordi Alba vuelve a ser el de la Eurocopa y Fábregas por fin encuentra su sitio.
Es cuestionable y discutible la insistencia de Bielsa en medirse a los culés con ese marcaje al hombre, tan particular suyo y tan arriesgado. Como diría Alberto Nogueira, quien fuera el mejor cronista del fútbol brasileño, «el regate es el triunfo del yo de la inspiración sobre el yo de la obligación». Y el sábado, unos estaban inspirados, los otros obligados. Encastillarse atrás no va con el estilo de juego rojiblanco y el suicidio sería hacerlo con unos jugadores que ya solo saben jugar mirando al portero rival y no al suyo, por muy lejos que este aquel.
Hay equipos que no han ido a encerrarse al Camp Nou y han plantado cara a los blaugranas, yéndose con dignísimas derrotas, derrotas al fin y al cabo, pero disponían del recurso de la salida veloz que este Athletic no tiene. Y hablamos, además, de un Barça fallón en defensa, con problemas en la transición defensiva, con lesionados, en proceso de puesta a punto. El Athletic no se topó con nada de eso.
De ahí que Herrera lleve razón y haya que pasar página. Felicitar al rival y a entrenar, como hicieron ayer los leones nada más regresar de la Ciudad Condal. Eso sí, las siete vidas están agotadas. Ya no hay excusas. Se acabaron los imponderables.
Que el Athletic le discutió la posesión al Barca no lo puede dudar nadie. Lo dicen los porcentajes: hasta el gol de Piqué, el dominio de la pelota se repartía en un 54%-46%; al término del partido reflejaba un 56%-44%. Es verdad que no sirvió de nada, tan cierto como que la mitificada posesión no es en sí una meta, sino un medio con el que llegar el mayor número de veces posible al arco rival; lo de meterla luego o no cada vez depende más de los millones que valga tu delantera. ¿Fue mejor el Athletic del Bernabéu que el del Camp Nou? El Athletic del sábado perdió más balones, sí, pero dio muchos más pases, robó más pelotas, recibió 19 remates por 30 en Chamartín, aunque también disparó seis veces por 11 en el estadio madrileño. En cualquier caso, como diría Juanma Lillo, «las estadísticas son como los tangas: enseñan todo menos lo más importante». J.V.