Un periódico español reproducía ayer, con motivo del 30 aniversario del primer gobierno del PSOE, una fotografía actual con algunos de los miembros de aquel gabitene gubernamental. Entre los retratados se encuentra Alfonso Guerra, que acuñó citas tan repetidas como la disciplinaria advertencia «el que se mueva, no sale en la foto». Sucede que ni él mismo aplicó su máxima; no paró quieto y mira, acabó desenfocado en el álbum de la Historia de España, ése gran país.

Pero lo más curioso de la fotografía publicada ayer es la nitidez con la que aparece José Barrionuevo, ubicado en un lugar predominante, en primer plano, sentado en un sillón a la izquierda del que fuera su presidente, como si alguien agradeciera de manera muy especial los servicios prestados por este antiguo ministro del Interior condenado a diez años de prisión por su implicación en los GAL. Viendo esta imagen, pareciera como que el indulto parcial que le concedió el Estado no fue suficiente, como si las deudas adquiridas por su enjuiciamiento fueran de tal peso que aún estuvieran por pagar.

Dijeron los tribunales de José Barrionuevo que se movió, que abandonó el terreno de la legalidad para adentrarse en la lucha ilegal contra ETA y que por eso se le sancionaba. Pero con la fotografía de ayer, de tan inmaculado que se le ve, cualquier observador diría que el que fuera jefe máximo de las fuerzas de seguridad españolas realmente permaneció siempre inalterable en el gobierno de Felipe González, sin desviarse ni un milímetro de lo que fue su cometido, en posición de firmes. Y que por ello, hoy es el día en que Barrionuevo sale en la foto. Tan nítido.