César Manzanos Bilbao Doctor en Sociología
Perder el miedo
No les importa que protestemos, siempre que no traspasemos los límites funcionales que que establecen para poder instrumentalizar nuestra lucha y utilizarla en su propio beneficio
Cada día, muchas personas nos armamos de rabia y de argumentos que sostienen la necesidad de transformar en todos los órdenes el actual sistema. Nos planteamos la necesidad de abolir la propiedad, de expropiar a los especuladores, de extender y aunar las propuestas y las protestas para hacer sólida la idea de acabar con la dictadura de las minorías, con el terrorismo y genocidio del capital.
Sin embargo, la duda que nos queda es cuáles son las herramientas más eficaces para hacerlo posible. Nos preguntamos; ¿qué influencia real tienen las manifestaciones pacíficas y multitudinarias cuando son manipuladas por sus empresas mediáticas que las muestran ante los televidentes como violentas y minoritarias?; ¿qué impacto tienen las negociaciones y movilizaciones de una clase trabajadora precarizada y depauperada? Lógicamente todas las actividades de denuncia son imprescindibles, pero la extensión de las mismas es tan necesaria como su radicalización. Y uno de los ejemplos de hacia dónde puede dirigirse ésta insurrección, tanto con el fin de articular redes de solidaridad entre las clases populares, como para demostrar el poder que tenemos frente a la violencia de un estado al servicio del capital es, perder el miedo. Si criminalizan la protesta, perder el miedo a ser encarcelados; si están privatizando los servicios públicos, dejar de pagar los impuestos; si mantienen a sus policías y demás recaudadores imponiéndonos tasas y multas, impagándolas; no colaborando con sus corrompidas institu- ciones.
Hace ya tiempo que es el momento de pasar de la queja, de la frustración, de la autojustificación, a acciones contundentes, perdiendo el miedo a que nuestra acción colectiva nos lleve a ser víctimas de una violencia estatal visible y generalizada que desnude la que ya sufrimos mediante estrategias represivas sutiles y contundentes como la supresión efectiva de derechos y libertades que se van devaluando a gran velocidad. Aunque la obsesión del poder sea arrancarnos el Poder que tenemos en nuestro cerebro, perder el miedo es saber que el Poder está dentro de cada persona y, el suyo, en su arrollador potencial para anular nuestra voluntad y capacidad de pensar y actuar. Nuestro Poder, como sujetos, consiste en vivir sin acatar las formas de pensar y vivir que nos imponen.
A quienes poseen nuestros cuerpos a través del miedo que nos inyectan a quedarnos solos, a perder lo que tenemos, a ser encarcelados..., no les importa que protestemos, siempre que no traspasemos los límites funcionales que establecen para poder instrumentalizar nuestra lucha y utilizarla en su propio beneficio.
El reto está en emprender acciones que sirvan para romper esta lógica. Es uno de los debates pendientes en el que no se quiere entrar porque más allá de las palabras parece que la mayoría que nos colocamos la insignia y el megáfono, cual revolucionarios de pro, tenemos miedo a perder nuestros pequeños beneficios, bienestar material, propiedad y comodidad adquirida. Éste es uno de los cánceres enquistados en el interior de cada cual, a extirpar, si pretendemos ir más allá del discursito y transformar el orden social.