Evento sin parangón para la cultura vasca
Con una programación más amplia que nunca, que incluye 300 actividades de todo tipo, con el pueblo gitano como invitado de honor y con el objetivo de consolidar nuevos espacios como Kabi@, Irudienea y Szenatokia, hoy arranca la 47 edición de la Feria del Libro y el Disco Vasco. Hasta el próximo domingo, decenas de miles de personas procedentes de todos los rincones de Euskal Herria se acercarán al recinto de Landako, que volverá a erigirse en epicentro de la cultura vasca. Hace tiempo que Durangoko Azoka se convirtió, no solo en un evento cultural de primera magnitud, sino también en punto de encuentro social y escenario de reivindicaciones populares, lo que confiere a esta cita una referencialidad casi totémica y hace que no tenga parangón.
Con un sector golpeado por la crisis y por algunas de las medidas teóricamente destinadas a hacerle frente, no son pocos los retos que afrontan los protagonistas -en cualquiera de los eslabones de la cadena- de la escena literaria y discográfica de este país. Todos ellos acuden a Durango con la certeza de sentirse arropados como en ningún otro sitio, aunque seguramente también con dudas sobre el alcance que el difícil contexto económico puede tener en el ánimo y en los bolsillos de los ciudadanos, verdaderos motores de la Azoka. Son ya varios años en los que la sociedad intenta capear el temporal con tanto mérito como dificultades, y la cultura no es ajena a esta circunstancia. Al contrario, suele ser la primera damnificada. Por eso, hitos como este adquieren incluso una mayor importancia.
El mismo día en que el Estado español conmemora una norma legal que constriñe derechos y libertades, la cultura vasca se asoma al mundo desde la ventana de Durango, rompiendo corsés y apostando por un futuro que vaya más allá de la mera supervivencia. Un objetivo que Benito Lertxundi, premio Argizaiola de esta edición, ha sabido transmitir como nadie a tantas generaciones que hoy se encontrarán en las faldas de Anboto.