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CRíTICA danza

Ladrillos

Carlos GIL

Negro sobre negro no se distingue. Piel sobre piel no se distingue. Piel sobre tejido negro, abre un mapa de sensaciones. Tejido negro sobre piel blanca tapa, descubre, engaña. Un cuerpo desnudo es un discurso señalado en el espacio vaciado de significantes para adquirir todo el valor de la ocupación. Unas palabras cubren o destapan según intención o repercusión. Los movimientos enlazan los gestos, las composiciones formales, las figuras hasta provocar una sensación de saciedad visual. La quietud como expresión máxima de fin de trayecto. O de principio de un nuevo tiempo escénico. Y ante todo los ladrillos.

Ladrillos que configuran metáforas rudimentarias, que abren expectativas y las cierran a su vez, que acompañan, distraen o concentran la atención. Ladrillos diseminados, ladrillos que ocultan partes del cuerpo como muros transportables. Unos cuerpos desnudos que se complementan con unos ladrillos en las manos. Unos ladrillos que remarcan o soliviantan. Ladrillos que huelen, suenan, se mudan, forman parte de una concepción.

Y los cuerpos, los bailarines, repiten coreografías seriadas, acotan el espacio, trazan diagonales, configuran imágenes que se enmarcan con una iluminación de tensiones, y que parecen flotar en un espacio sonoro que aparece y desaparece para provocar el vértigo del silencio, o abre la puerta a la cavidad sonora donde la palabra acapara protagonismo, para presentarnos a los cuerpos, a las soledades, a los prejuicios, las emociones. Individual o colectivamente. Desde la singularidad, al colectivismo. Silencios y gestos. Negro, blanco, piel. Y ladrillos.

Ficha

Obra: La mujer invisible.

Autora: Carmen Werner.

Intérpretes:

Tatiana Chorot, Alejandro Morata, Javier Sangrós, Ricardo Santana, Laura Anna Curxat, José L. Sendarrubias, Carmen Werner.

Dirección: Carmen Werner.

Producción: Provisional danza

Dónde y cuándo: Sala La Fundición -Bilbao- 02-12-12

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