El autor de grandes proyectos arquitectónicos como la ciudad de Brasilia, Óscar Niemeyer, falleció la noche del miércoles a punto de cumplir los 105 y tras haber superado varios problemas de salud los últimos meses. Considerado padre de la arquitectura brasileña y uno de los arquitectos más populares del mundo, su perdida ha causado numerosas reacciones.

Por un lado, el sector de la arquitectura se ha lamentado de la perdida del longevo artista. Los arquitectos británicos, entre ellos Norman Foster, mostraron su pena públicamente tras conocer la noticia porque admiraban mucho a Niemeyer. Foster confesó que es una inspiración para él y para toda una generación de arquitectos. «Poca gente ha podido estar con sus héroes», afirmó haciendo referencia a la oportunidad que tuvo el año pasado en Río de Janeiro.

Foster laureó sus creaciones tanto el Palacio da Alvorada por «sus columnas de hormigón que parecen estar hechas de hueso y tocan el suelo ligeramente», como la ciudad de Brasilia al completo, cuyo diseño definió como una coreografía.

De hecho, su diseño realizado sobre el plano del urbanista Lucio Costa de la ciudad de Brasilia incitó a que Unesco la declarara Patrimonio de la Humanidad en 1987. Así, la capital brasileña se convirtió la única del siglo XX en llevar ese honor.

Sus obras sorprendieron en su momento por su futurismo y aún hoy transmiten ese mismo sentimiento. Niemeyer jugaba con las curvas generosas, según él, partiendo de las formas de la mujer, los ríos y las montañas. En total dejó más de 600 obras por todo el mundo, y una veintena de proyectos más que le valieron el premio Pritzker de arquitectura.

El arquitecto comunista

Niemeyer huyó a Europa durante la dictadura por pertenecer al Partido Comunista de Brasil. Al volver a su tierra siguió luchando por sus ideas y respaldó públicamente al expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, al presidente venezolano Hugo Chavez y al líder de la revolución cubana Fidel Castro a quien homenajeó con la Plaza Niemeyer de La Habana.

Lula da Silva no quiso perder la oportunidad de exaltar su afecto por su compatriota fallecido subrayando «su genialidad y su generosidad». Castro, por su parte, llegó a decir en una ocasión: «En el mundo quedan solamente dos comunistas, Niemeyer y yo».