Una delegación del Acuerdo de Gernika acudirá el martes a Estrasburgo con el objetivo de implicar a las instituciones europeas en el proceso de resolución abierto en Euskal Herria. La constatación de que los estados español y francés ignoran deliberadamente aquello que se les reclama en la Declaración de Aiete, y la convicción de que la Unión Europea puede jugar un papel muy importante en un conflicto que le atañe directamente, en tanto afecta a ciudadanos europeos, han llevado a los firmantes del acuerdo a dar el paso de interpelar a las autoridades comunitarias.

Sujeta a tensiones internas y con una tradición mucho más proclive a inmiscuirse en conflictos ajenos que en propios, la UE, sin embargo, tiene capacidad para ser determinante en la evolución de la situación política de este país. Qué duda cabe de que una implicación comunitaria en términos positivos, en los parámetros fijados por los estándares internacionales y atendiendo a lo fijado hace un año en el palacio donostiarra, tendría una influencia directa sobre los gobiernos de Madrid y de París. La experiencia de Irlanda del Norte demuestra que, cuando se lo propone, Europa puede ser de gran ayuda para encauzar y consolidar contenciosos que afectan a estados miembros. Y precisamente cuando han sido galardonadas con el Premio Nobel de la Paz, resultaría incomprensible que las autoridades europeas hicieran dejación de su responsabilidad sobre la oportunidad de paz abierta en Euskal Herria.

Lo que demanda el Acuerdo de Gernika responde a un esquema lógico, racional, para poner fin al conflicto de forma definitiva, frente a la actitud boicoteadora de los estados. Ese esquema, irreprochable desde el punto de vista democrático, ya tiene el aval de numerosos agentes internacionales, incapaces de entender la obcecación de los mandatarios españoles y franceses. En este contexto, la implicación de la UE haría insostenible todo intento de sabotaje en el camino de la solución.