crisis política en el egipto postmubarak
La oposición sigue en la calle tras el posible retraso del referéndum
La oposición egipcia mantiene su pulso a Morsi pese a que el presidente egipcio podría estar dispuesto a posponer el referéndum constitucional, previsto para el sábado. Ayer, los manifestantes rompieron el bloqueo al palacio presidencial impuesto por la Guardia Nacional, que se retiró aclamada y sin incidentes. La división política continúa a la espera de una mesa de diálogo en la que no estarán los principales opositores.
Alberto PRADILLA | EL CAIRO
Mohamed Morsi está dispuesto a posponer el referéndum constitucional, previsto para el próximo sábado, según su vicepresidente, Mahmud Meki. Apenas 24 horas después de su discurso televisado, en el que ofrecía diálogo pero no concesiones, el jefe del Estado egipcio recula ligeramente después de una nueva jornada de protestas. Pese al anuncio, la oposición sigue en la calle y exige la derogación del decreto que otorga poderes extraordinarios al presidente y la suspensión del proceso de elaboración de la Carta Magna. En esta ocasión, los manifestantes llegaron hasta las puertas del palacio presidencial, después de romper el cerco impuesto por la Guardia Nacional, que se retiró a su paso. Según Meki, el presidente estaría dispuesto a retrasar la consulta sobre la Carta Magna si la oposición garantiza que «blindará el proceso de recursos ante la Justicia». La magistratura, todavía heredada del antiguo régimen, constituye uno de los principales arietes contra el actual Ejecutivo. Morsi quiere tratar estas cuestiones en la reunión convocada hoy en la sede gubernamental. El Frente Nacional de Salvación, liderado por el premio Nobel de la Paz, Mohamed Al Baradei, así como el movimiento 6 de abril, que agrupa a los jóvenes revolucionarios, rechazaron el jueves sentarse a dialogar. Las inmediaciones del palacio, a última hora de la noche, seguían abarrotadas. De momento, el voto de los residentes en el extranjero ya ha sido retrasado hasta el miércoles.
«¡Han derribado la valla!», comenzaron a gritar decenas de personas congregadas frente al Banco Nacional de Egipto, en uno de los accesos blindados al palacio presidencial. Eran cera de las 19.00. En apenas segundos, una multitud enfilaba la callejuela paralela. La barricada de alambre de espinos, impenetrable desde el jueves, estaba rota. Al asomarse dentro del perímetro se podía comprobar que los soldados se habían retirado. Apenas diez minutos antes, precisamente en esa misma entrada, un manifestante increpaba al mando de los uniformados. «¿Qué nos vais a hacer si saltamos la verja? ¿Nos vais a matar?», interrogaba, a gritos. El uniformado no abría la boca, aunque asentía con la cabeza.
Regreso al palacio
Ya en las inmediaciones del palacio, con miles de personas sobrepasando las barreras como si se hubiesen abierto las compuertas de una presa, el mismo joven restaba importancia a su discusión. «Solo trataba de meternos miedo». Claro, que los soldados no dan un paso atrás si un superior no se lo ordena, por lo que habrá que saber qué ocurrió para que dejasen paso. Apenas hubo tensión. Podía verse a alguno de los soldados cojeando, aunque la multitud cruzó sin enfrentamientos.
Desde el momento en el que se abrió la primera garita, la euforia comenzó a desatarse, tanto junto a la sede gubernamental, donde miles de personas que habían llegado en diversas marchas celebradas tras el rezo de mediodía, como en la plaza Tahrir. La gran barricada a base de bloques de hormigón colocada en la calle Margani, una arteria que desemboca en el palacio, era sobrepasada por la multitud. Los muros, repintados de amarillo por los Hermanos Musulmanes, se volvieron a convertir en lienzo para consignas como «Morsi esclavo de los americanos» o «no queremos a las ovejas (que es como los opositores denominan a los miembros de la cofradía religiosa)».
«¡El pueblo quiere a sus soldados!», gritaban muchos de los congregados. Algunos de ellos, como Rabiah, habían formado un cordón en uno de los muros para proteger a la Policía. «Los Hermanos Musulmanes son los que dan problemas y el pueblo custodia a sus agentes y a sus soldados», afirmaba. Junto a él, un hombre ya entrado en canas, besaba uno a uno a todos los uniformados que se habían retirado junto a los carros de combate. Los tanques se convirtieron entonces en objetivo de cientos de cámaras de los teléfonos móviles, con muchos de los manifestantes subiéndose encima, enarbolando banderas y fotografiándose con los soldados.
El papel del Ejército
Hasta ahora, el único movimiento de la Guardia Republicana, cuerpo militar de élite, había sido sellar los accesos al palacio presidencial. En menos de 24 horas, abrieron paso a los manifestantes y se convirtieron en héroes. «Prefiero una dictadura militar que una religiosa», afirmaba Murat, frente a la barrera de soldados, minutos antes de que esta fuese rebasada. En un país donde los uniformes han mandado mucho desde que Gamal Abdel Nasser accediese a la jefatura de Estado en 1956, lo que se dicta en los cuarteles tiene mucho peso. Y hay quienes, como Murat, piensan que podrían escudarse en el caos para regresar. Otros, como Dina Ahmed, veían lejana esa opción.
«Parece que Morsi no ha visto la película de (Hosni) Mubarak. Esto es lo mismo», afirmaban Mohamed y Murna, una pareja que descansaba sentada en uno de los jardines junto al muro presidencial, en esa zona vetada hasta ayer por la tarde. Al margen de la euforia, entre los congregados se había extendido una pregunta: ¿Cuál sería el próximo movimiento de los Hermanos Musulmanes? Entre rumorología, también llegaban noticias de disturbios en lugares como Alejandría, donde los manifestantes irrumpieron en el Consejo Local y lo declararon «independiente» de las decisiones de Morsi. Al mismo tiempo, los Hermanos Musulmanes también tomaron las calles de El Cairo, aunque sin cruzarse con sus rivales. La crisis política egipcia sigue agotando etapas.
«Hay gente que no quiere la democracia para Egipto y no la respetan». Ahmad Khazan, simpatizante de los Hermanos Musulmanes, señalaba directamente a Mohamed El Baradei, Fandim Sabahi y Amr Musa, principales dirigentes del Frente Nacional de Salvación, como los responsables de los graves enfrentamientos del miércoles que dejaron un saldo de siete muertos y cerca de mil heridos. Al menos tres de los fallecidos eran miembros de la cofradía religiosa. Dos de ellos eran amigos suyos y ayer se celebraban sus funerales en la mezquita de Al Azhar, uno de los templos islámicos más importantes de El Cairo. «Yo también fui golpeado», clamaba Khazan, mostrando una cicatriz sobre la ceja y sus gafas rotas. «Hoy es la primera vez que salgo de casa», afirmaba, tras señalar que él era uno de los cientos de seguidores de la Hermandad que acudió el miércoles para desmantelar el campamento de los opositores frente al palacio presidencial.
El discurso de Khazan no se mueve un milímetro de lo afirmado por los Hermanos Musulmanes a través de uno del periódico oficial de Libertad y Justicia, su formación política. Ayer, abría con las fotos de los opositores y la de tres de los fallecidos, pertenecientes a la cofradía. «Asesinos y víctimas», titulaba el rotativo. Tras el multitudinario último adiós celebrado por la mañana en Al Azhar, que congregó a muchos islamistas, era palpable el enfado. No obstante, Mohamed Badia, el líder de la Hermandad, apeló a la «paciencia» durante su intervención en el sepelio. «Queremos venganza, pero a través de la ley. Los culpables deben ser detenidos y juzgados», resumía Khazan. Alberto PRADILLA