Literatura | MEMORIAS
La viuda de un poeta
Leí no hace mucho un libro de otra escritora por obligación, la viuda de Nikolai Bujarin, Anna Lárina, titulado «Lo que no puedo olvidar»; una obra conmovedora en la que la joven viuda recordaba la vida junto a su marido fusilado. Traigo ahora a estas páginas el escrito de otra viuda, la del poeta Osip Mandelstam («mártir de la poesía»), un libro igualmente conmovedor y francamente bien escrito a pesar de las descalificadoras palabras de otra poeta de aquella revuelta época -de «siglo-perro lobo» hablaba su marido- Marina Tsvietáieva, quien, refiriéndose a estas memorias, afirmaba que «el talento no se transmite por rozamiento».
La viuda hubo de padecer todo tipo de sinsabores y dificultades para salir adelante tras la muerte -en la contraportada se habla de «asesinato» del poeta- en un campo de tránsito antes de que fuera llevado a Siberia. Según la versión oficial, murió de tifus en 1938. Debido a que era esposa de alguien acusado por «actividades contrarrevolucionarias» (¡maldito poema sobre el jefe del Kremlin!, del que Boris Pasternak dijese que no era un poema sino un suicidio), tuvo que malvivir dando clases de inglés en perdidas aldeas soviéticas hasta que, en 1956, tras la muerte de Stalin, pudo volver a Moscú. Era el año en el que Nikita Jruschov presentó un informe secreto en el XX congreso del PCUS, en el que se denunciaban los crímenes cometidos en los tiempos del mandato estalinista, amén del culto a la personalidad rendida al secretario general. Fue entonces cuando Nadiezhna comenzó a escribir sus memorias, que no vieron la luz hasta 1970 en lengua inglesa; es decir, fuera de las fronteras de la URSS.
De Pirineos abajo vieron la luz, editadas por Alianza Editorial, en 1984. Ahora llega en una cuidada traducción y en su versión íntegra, y lo digo sin entrar en estudios comparativos, sino simplemente por las paginaciones respectivas: la actual tiene más de 150 páginas más. El libro es un seguimiento de la vida, del quehacer poético de su marido y de su vida en común, sin olvidar el retrato de la vida cultural de los años 20 y 30 cuando escribir era una actividad de alto riesgo. Tienen un lugar destacado los acmeístas («anhelo por la cultura del mundo») con marido, Gumilev y Ajmátova. Comienza la historia con las detenciones: la primera, en 1934; y la segunda, y definitiva, en 1938. El libro sirvió para que el poeta olvidado en que se había convertido su marido saltase a la fama y a que fuera reconocido como uno de los mejores, sino el mejor, de los poetas rusos de la época. No le dio tiempo a Mandestalm a erigir en torno a su figura el mito del poeta que ponía los versos por encima de todas las cosas... desde sus tiempos cercanos a los social-revolucionarios, al elogio a Lenin por su responsabilidad ante la situación de su país, hasta su combate abierto -no esperaba autorización alguna para expresar lo que pensaba y no estaba dispuesto a «fornicar la poesía»- contra las humillaciones y el horror estalinista. Lo que le condujo a finalizar su existencia en la enfermería de un campo, tras vivir como un verdadero paria, arrastrando su endeble figura cubierta de harapos y piojos, cobrando, en pan, a los otros zeks por sus poemas anti-estalinistas. Ilyá Erhenburg dudaba de que tal ser endeble y su música nocturna pudiesen molestar a alguien.
Un libro de los que podría catalogarse como «triste» al menos para quienes han luchado por la emancipación del género humano, al ver cómo los sueños de libertad y los horizontes luminosos se desviaron hacia pagos menos presentables. Sin duda, para otros será uno más de los libros «alegres» para poder atacar en toda regla cualquier intento de liberación... pues siempre acaba así. Concluiré diciendo aquello que aseverase Gandhi de que la verdad nunca entorpece la lucha, o dicho con otras palabras: la verdad es siempre revolucionara. Oigo a alguien que grita diciendo por ahí todo lo que dice este tipo de gente, no es verdad sino mentira, que no hace más que favorecer al enemigo.