Raimundo Fitero
El belén
Se supone que estas revelaciones solamente soliviantan a los que hacen figuritas para los belenes navideños, ya que el clasicismo de la mula y el buey, junto a los reyes de Oriente, forman parte de la mercadotecnia de esas semanas a las que se le ha unido el tipo de las barbas blancas y su vestido rojo que viene en reno y trineo, y que han hecho revivir al Olentzero, de inspiración más rural, pero igual de encandiladores de las emociones de los infantes. Influirá en breve en la multitud de representaciones teatrales navideñas basadas en esa iconografía y deberemos esperar algo más sobre las repercusiones que pueden tener para la catequesis.
Y en medio de estas revelaciones papales, en libro sacado con ojo de buen editor en fechas tan señaladas, nos encontramos con ese ministro que parece haber olvidado su educación y que no tiene más visos de cultura que la taurina, que asegura que es como un toro: «Me crezco en el castigo». Y como parece que nadie va a actuar de oficio, señalo que esa apreciación taurina es una aberración más de las muchas que acumula y quiere transmitir la idea de que las críticas le importan un pimiento. Que está puesto ahí para dar espectáculo y, de paso, volver al pasado de la escuela segregada por sexos y por clases económicas. ¿O no recuerdan los colegios religiosos con dos entradas: la de las ricos y la de los pobres? Pues a eso vamos. Con el cabestro del pesebre empujando.