A torneo muerto, competición puesta. El Athletic se despidió el jueves con amargura de uno de los campeonatos que la temporada pasada le abrió las puertas del cielo. Nada haría peor que lamentarse ahora, cuando la actualidad competitiva llama a su puerta con dos encuentros consecutivos en San Mamés, en los que las posibilidades de éxito siguen intactas. O casi.

Pero tampoco acertaría el equipo rojiblanco, viendo lo necesitado que anda esta temporada de todas sus virtudes, si perdiera parte de su concentración pensando en la cita copera del miércoles. El único beneficio de la eliminación europea pasa por un calendario más relajado, pero de nada servirá el ahorro de esfuerzos si no empiezan a emplearse de la manera adecuada y con cierta celeridad, ahora que las distancias son todavía perfectamente salvables.

Pero para volver a sonreir, viéndose por ejemplo en posiciones más airosas, hay deberes de obligado cumplimiento. O rivales, en este caso, ante los que no se puede tropezar. Visto que asaltar a los gallos de la Liga es, de momento, misión imposible para el Athletic, habrá que superar al resto, más aún cuando San Mamés ejerce de escenario, y más aún cuando enfrente está un Celta que ha caído derrotado en seis de sus siete desplazamientos -aunque curiosamente su única victoria ha llegado en el último, permitiéndole enlazar su mejor racha del curso-. En definitiva, que no valen las excusas, deportivas o extradeportivas. De lo contrario, habrá que empezar a pensar en objetivos bastante más modestos.

Una de las justificaciones, fundamentadas, en los tropiezos que el equipo viene acumulando este año viene por el incesante goteo de bajas. Tampoco faltan esta tarde, lo que forzará a Marcelo Bielsa al enésimo cambio de piezas. Finalmente será Mikel San José quien supla al sancionado Iturraspe en el centro del campo, mientras Ramalho repite en el lateral diestro en sustitución de Iraola.

Aunque recuperado, tampoco estará en el once Iker Muniain, con lo que será Ibai el que actúe por la izquierda. A la punta de ataque, lógicamente, regresa Aduriz. Y, por si alguien se lo preguntaba, sí, Fernando Llorente estará en el banquillo. Habrá que observar si también así se enrarece un ambiente que tampoco parece contribuir a la concentración del equipo cuando la actualidad extradeportiva toma protagonismo.

El ámbito de cada uno

Bielsa tampoco se libró ayer de las preguntas en torno al ariete. O, más concretamente, a la actitud de la afición y a la decisión de la directiva respecto a Llorente. «Nadie mejor que este club para saber la importancia que tiene, lo imprescindible que es estar unido -señaló el entrenador-. Esa particularidad propia del enfrentamiento se multiplica. Dicho esto, todos los que van al estadio multiplican por diez, por veinte o por treinta, el contacto con la divisa en relación conmigo, así que no me corresponde sugerir nada».

Menos aún quiso enmendar la plana a la directiva por su negativa a facilitar la salida de Llorente, aunque su situación es insostenible. «El club sabe por qué toma la decisión que toma, qué valores está defendiendo y qué antecedentes está consolidando. No es una cuestión que me corresponda a mí porque es una decisión institucional, que trasciende el ámbito que yo administro», zanjó, visiblemente molesto con la pregunta.

El técnico, por último, tampoco quiso mojarse respecto a su posible continuidad y retomó el discurso que utilizó habitualmente la temporada pasada. «Lo primero que hay que hacer para aspirar a dirigir un equipo es merecerlo. Si lo tuviera que evaluar ahora diría que no lo merezco. Por eso las evaluaciones no se hacen a mitad de temporada», subrayó.