Después de ser detenido por la Guardia Civil y puesto en libertad a las pocas horas por su presunta implicación en un supuesto caso de chantaje al presidente de Caja Navarra, José Antonio Asiain, el ya exdiputado del PP, Santiago Cervera, renunció a su acta en el Congreso y a su militancia en el partido de Mariano Rajoy, no sin antes proclamar su inocencia y asegurar que no es más que una víctima de un complot urdido en su contra. Víctima o culpable, seguramente no se sepa qué posición ocupa Cervera en esa ecuación hasta que se agote la vía judicial, pero lo cierto es que se trata de un asunto muy turbio que además del alcance que puede tener sobre los directamente implicados contribuye a deteriorar aún más la imagen de la política navarra, hasta llevarla al límite del esperpento. En este sentido, Yolanda Barcina ha perdido de vista por el momento a un rival que le resultaba incómodo, pero este caso acabará salpicándola ante la opinión pública. No puede ser de otra forma; lo que está pasando en Nafarroa empieza a cobrar aires de sainete, para estupefacción y cabreo generalizado de una ciudadanía que asiste atónita a todo lo que está sucediendo.