El lanzamiento por parte de Corea del Norte de un cohete de largo alcance para poner en órbita un satélite espacial dio lugar ayer a numerosas reacciones airadas. Las presiones internacionales no han tenido efecto disuasorio alguno, y la condena fue generalizada, si bien China aconsejaba una reacción moderada y Rusia pedía que no se repita. Casi todos los demás países y organizaciones internacionales se rasgaban las vestiduras y recurrían a las amenazas habituales de nuevas sanciones, y EEUU y Corea del Sur calificaban el lanzamiento de «provocación». Sin embargo, ninguno de esos países presionan, hablan de provocación ni destacan el peligro que la escalada armamentística entraña cuando los ensayos militares son protagonizados por países amigos... o por ellos mismos. Corea del Sur trabaja hace tres años en el mismo proyecto que ayer culminó Corea del Norte, sin haberlo conseguido aún, y nadie ha alzado la voz contra ese país, y la lamentable explicación de ello no es otra que no pertenece al «eje del mal», una explicación que que no puede ocultar que las prácticas de quienes se escandalizan por hechos como el de ayer no son menos peligrosas.