«El payaso lo que hace es profundizar: reirse de sí mismo, reirse de las debilidades humanas»
Autor y Director de «Kooza» (Cirque du Soleil)
David Shiner (Boston, 1953) es actor, clown, mimo, director de teatro y autor de algunos de los espectáculos -como este de «Kooza»- de Cirque du Soleil. Su carrera comenzó en el Estado francés, donde fue descubierto por el festival Cirque du Demain. Después, trabajó en varios circos famosos, como el alemán Circus Roncalli y el suizo Circus Knie, además del Cirque du Soleil.
Alvaro HILARIO| BILBO
David Shiner es, ante todo, un payaso, un clown. Además, es también autor de algunos de los espectáculos de Cirque du Soleil. En estos días, aprovechando el estreno del último de ellos, «Kooza», se ha acercado a Bilbo (donde recalarán el 16 de mayo) para promocionarlo. Desde su estreno en abril, son más de cuatro millones de espectadores los que han tenido en Japón y EEUU.
Usted nació en Boston, pero su más temprana carrera artística se desarrolló en Europa. ¿Hay un mismo lenguaje artístico en ambas márgenes del Atlántico?
Depende del tipo de arte que uno hace o de la disciplina en la que se emplee. Por ejemplo, en mi género, el clown, no hay diferencias. Creo que la comedia grotesca, la comedia bufa, funciona de la misma forma en todas partes del hesmiferio occidental.
Su carrera despega en 1984, cuando alguien de Cirque de Demain se fijó en usted. ¿Qué recuerda de aquellos tiempos?, ¿fue realmente importante?
Fueron tiempos fabulosos. Allí aprendí lo que era trabajar duro; aprendí lo que era hacer doce espectáculos por semana, trabajar cinco o seis días seguidos, algo para lo que no estaba preparado. Resultó muy motivador: fue la primera ocasión que trabajé en un gran espectáculo, mi primera vez como profesional. Allí empezó todo para mí.
Su relación con Cirque du Soleil comienza seis años después, con la gira «Nouvelle experience» por Canadá y EEUU. ¿Fue aquel otro punto de inflexión en su carrera artística?
Absolutamente. Allí tenía mi propio número, mi propia disciplina, y la puse en marcha con el Cirque du Soleil. Todo aquello fue lo que me dio el empujón definitivo. No solo como artista, también como autor: participé en la creación del propio espectáculo en el que yo, como artista, trabajaba. Fue una gran oportunidad para iniciarme en la faceta de creador.
El 16 de mayo presentarán su nuevo espectáculo, «Kooza», en Bilbo. Este se apoya en las acrobacias, en los payasos... Pareciera una obra para niños, pero, a tenor de sus declaraciones, sus intenciones van más allá. Usted, por ejemplo, ha dicho: «El payaso toma las debilidades humanas más profundas y las transforma en algo divertido».
El payaso, el clown, es una figura mucho más profunda de lo que se piensa. No creo que este tenga nada que ver con la infancia. En Europa, el arte del payaso ha sido siempre respetado, siempre ha sido una gran disciplina artística; sin embargo, en las últimas décadas su imagen se ha visto deteriorada, relacionándolo con un humor infantil, con un humor fácil. Para mí, el mejor ejemplo de payaso es Charlie Chaplin. Le puedes llamar actor, actor físico, le puedes llamar artista, pero para mí es, simplemente, un payaso; alguien que nos hace reír de una forma física, pero de una manera que siempre funciona. Para mí el payaso es alguien que nos dibuja una sonrisa en la cara. Es un gran arte en el que se puede profundizar, porque, al fin y al cabo, lo que hace es interiorizar, reírse de sí mismo, reírse de las debilidades humanas. Algo de lo que todos estamos necesitados.
No sé si usted sabe que, en castellano, expresiones como «montar el circo» o «ser un payaso» tienen connotaciones despectivas. Quizás está relacionado con ese deterioro en la imagen del circo.
¿Cómo se llaman los payasos a sí mismos en español?¿Cómo llamaban los españoles a Charlie Rivel? Creo que es una cuestión semántica, una cuestión de palabras. Para mí sigue siendo una figura profunda e histórica. En todas las civilizaciones, no solo en la nuestra, ha existido la figura del bufón, del payaso. En mi opinión, este sigue siendo un gran arte. Que la palabra se utilice de modo despectivo no tiene ninguna importancia: me quedo con la imagen de un artista profundo.
El empleo de alta tecnología ha sido característico en muchos espectáculos de Cirque du Soleil. En esta ocasión, empero, son las acrobacias, el clown, el vestuario, por ejemplo, los aspectos más destacables.
¿Qué hace que las personas conecten con el show? El fundamento, las bases de un buen espectáculo residen en la buena conexión del público con los artistas y de estos con el público. En esto se basa nuestro trabajo; esta es la máxima de un espectáculo. El uso de la tecnología punta (que en este caso no se emplea) puede ayudar, pero no es lo importante.
«Kooza» habla sobre el bien y el mal. ¿Tendrá el público dificultades para apropiarse del contenido del show?
Lo peor que puede hacer un artista es ser pretencioso. No tengo ninguna intención de decir «estoy hablando del bien o del mal», de esos conceptos. Mi objetivo es que la gente se lo pase bien y que sienta algo. Si el público entiende o no entiende lo que quiero expresar, bien, no me importa demasiado siempre y cuando se diviertan. Tanto el bien como el mal son parte de nuestras vidas; la parte oscura también puede ser divertida, no tiene por qué ser mala en sí misma.
¿Qué es lo más sorprendente de «Kooza»?
Lo más impresionante, si estamos hablando de la parte técnica, si hablamos de riesgo, de peligro, de emoción, es la rueda de la muerte [pesa 725 kg y gira a una velocidad vertiginosa impulsada únicamente por dos artistas que saltan y dan vueltas sin cesar en una muestra de acrobacia y trabajo en equipo sin parangón. La rueda cruza el escenario en diagonal, de derecha a izquierda, para que la acción se desarrolle lo más cerca posible del público].
¿Hay novedades respecto a otros montajes, algo que la gente pueda percibir como novedoso?
Hay numeros que no hemos presentado con anterioridad: las sillas chinas [ocho sillas y un pedestal que el artista utiliza para crear una torre de 7 m. sobre la que realiza un número de equilibrismo], el uniciclo, la rueda de la muerte... cuando la gente o los periodistas me preguntan dónde radica la diferencia con otras producciones de Cirque du Soleil me colocan en una posición difícil. No veo como algo importante el que haya o deba haber cosas diferentes; no es una cuestión de vender más entradas, puedo asegurar que es un gran show. Las diferencias no son importantes, no quiero verme en una situación en la que pareciera que estoy obligado a competir, a vender más entradas.