Para remar juntos hay que saber hacia dónde
Como estaba previsto, el Parlamento de Gasteiz dio ayer su aval a Iñigo Urkullu para ejercer de lehendakari la próxima legislatura. Consiguió el respaldo de los 27 parlamentarios de su partido, un apoyo que inevitablemente deberá ampliar para poder acometer la tarea de gobierno. El presidente del PNV es muy consciente de ello y por eso volvió a apelar al acuerdo y al consenso nada más ser investido, una disposición que sería laudable en otro contexto, tanto en lo que se refiere a las mayorías parlamentarias como a la propia situación política y económica del país, pero que en este momento simplemente responde a la lógica. La víspera, Joseba Egibar había puesto en valor el particular reparto de escaños que habían deparado las urnas para defender la decisión de gobernar en solitario, pero una cosa es que la oposición tenga complicado conformar mayorías alternativas y otra sostener un ejecutivo con poco más de un tercio de los escaños de la Cámara. A partir del lunes, a los jeltzales no les queda otra que empezar a tejer alianzas.
Pero para lograrlo tendrán que definir su programa. En el discurso de investidura, Urkullu adoleció de una falta de concreción que sorprendió a propios y extraños, inexplicable en la situación de emergencia económica que vive este pueblo y de bloqueo que padece el proceso de solución del conflicto. Quien ya es lehendakari posiblemente no quiso cerrarse ninguna puerta antes de tiempo, pero comprenderá que no se pueden pedir acuerdos sin explicar para qué se quieren. Y como, salvo sorpresa mayúscula, difícilmente logrará poner de acuerdo en un mismo proyecto a los grupos de la oposición, debe fijar un rumbo, y hacerlo pronto.
El propio Egibar admitió ayer en rueda de prensa que quien aspira a gobernar en solitario es quien debe buscar los acuerdos. Hasta ahora el PNV ha vivido de las rentas del 21O, sabiendo que la investidura de su candidato no corría peligro. Pero Urkullu ya es lehendakari y ahora le toca gobernar y elegir compañero de viaje.