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Muchachada Jackass

Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico

Twitter, el mayor transmisor de idiotez en la historia de la humanidad, está que echa humo. Y no es que quiera aprovechar la ocasión para subirme al carro de los detractores de la juventud que cuelga en la red sus videos de «patadas voladoras», porque en su día ya renegué del fenómeno Jackass, aún a riesgo de que me tildaran de «abuelo cebolleta». No sé si odio más a Johnny Knoxville o a Sacha Baron Cohen, pero ambos me parecen los mayores exponentes de la perdida progresiva de capacidad inventiva aplicada al mundo del entretenimiento.

En mi vida me he aburrido tanto como con las películas de Jackass, que he tendio que ver por obligación profesional. Me parecen un fiel reflejo de la basura generacional que expande por este contaminado mundo la cadena de televisión MTV, y lo único positivo que puedo sacar del proyecto es que le ha servido al genial Spike Jonze para producirse sus películas independientes.

Porque detrás de todo esto no hay más que un miserable negocio, ahora trasladado de forma sucursalista, por no decir tercermundista, a la España del rescate económico. Ese grupo llamado Dickstroyers, de los que tantos se está hablando en un canal que busca audiencia a toda costa, cuenta con sus patrocinadores de marcas de ropa y complementos.

Que no sean hipocritas en 4, diciendo que lo que les preocupa de todo este juego sadomasoquista para futuros parados es que las patadas de turno las reciban menores de edad. Con o sin golpe en partes sensibles (cerebro y genitales), la mayoría de la muchachada que participa en tales quedadas paga el precio de la obsesión por la fama virtual.

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