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Multitudinaria despedida en Rabat al líder del movimiento islamista Justicia y Caridad

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GARA | RABAT

El líder islamista Abdessalam Yassine, considerado fundador del islam político en Marruecos con su movimiento Justicia y Caridad (JYC), fue enterrado ayer en Rabat en una ceremonia masiva en la que decenas de miles de seguidores tomaron las calles de la capital en perfecto orden.

Aunque no fue la demostración de fuerza que muchos auguraban, pudo haber aglutinado a 100.000 personas, a falta de estimaciones oficiales o del propio grupo, informó Efe.

Sin embargo, JYC (ilegal, pero tolerada) demostró una vez más su tremendo poder de organización al garantizar, con un impecable servicio de seguridad, el orden durante la ceremonia de la mezquita, en el paso del cortejo junto a las murallas de la ciudad y en el mismo cementerio, sin que se escuchara un solo grito.

Los medios oficiales ignoraron por completo la celebración de uno de los funerales más importantes de los últimos tiempos, que marcará el futuro del islam político en el país.

La Policía vigiló los accesos a la mezquita y desvió el cortejo, pero llamó la atención que el funeral y entierro de Yassine tuvieran lugar en la mezquita y el cementerio considerados más «oficiales» de la ciudad, lo que para algunos observadores significa que ha sido fruto de una suerte de «compromiso» entre el sistema y el movimiento islamista.

El profesor Mohcen Alahmadi, especialista en islam político, ve inevitable una transformación del movimiento en una organización más política que religiosa.

Este sistema ha sabido «absorber» a otros movimientos islamistas, como el actualmente gobernante Partido Justicia y Desarrollo, que envió al ministro de Justicia, Mustafá Ramid, a la ceremonia fúnebre.

La cuestión ahora es si JYC, muerto su líder y fundador, seguirá en la senda del enfrentamiento frontal o aceptará alguna suerte de compromiso con la monarquía.

Un pulso con el régimen

Yassine pasó toda su vida enfrentado al sistema político en Marruecos al negar siempre la autoridad religiosa de la monarquía marroquí, uno de los pilares de su legitimidad, y ser muy crítico también con todo el poder político y económico que acumula. Toda su vida vivió en un pulso con el régimen marroquí, especialmente con el rey Hassan II.

El líder islamista fundó su primer movimiento en 1981, pero no fue hasta 1987 cuando le dio el nombre definitivo. Contrariamente a los movimientos más en boga en el Oriente, de corte suní salafista, JYC estuvo más entroncada con el islam popular sufí de las cofradías marroquíes, lo que hizo que no tuviera una relación fluida con las distintas ramas de los Hermanos Musulmanes.

Sus seguidores han sido acusados de practicar el culto a la personalidad con su líder, cuya ausencia arroja ahora dudas sobre su sucesión. Entre los mejor situados está Fatalah Arsalan, quien ante la enfermedad de Yassine ejercía de líder de facto.

En los años 80 y 90, el JYC monopolizó prácticamente el campo del islam político, pero la aparición de nuevos grupos con distintas perspectivas ha fragmentado esta tendencia política: por un lado, el Partido Justicia y Desarrollo, que practica un islam «integrado» dentro del sistema, y por otro, un salafismo mucho más apegado a la literalidad del Corán y alejado de la tendencia sufí de Yassine, que es cada vez más visible.

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