Medio centenar de hombres y mujeres que este año han dejado atrás la cárcel por su militancia anunciaron ayer su presencia el 12 de enero en las calles de Bilbo para exigir el respeto a los derechos de los presos». Erika Bilbao y Oskar Abad, como portavoces de los reunidos en un céntrico hotel de la capital vizcaina, denunciaron la política penitenciaria en general, y especialmente la que se sigue contra aquellas personas encarceladas por motivos políticos.

«Se penaliza la militancia política, el pensamiento crítico, el hacer frente al pisoteo, la solidaridad o la actividad política», subrayaron, sin olvidarse de «la de aquellos que siguen militando en el exterior». En ese contexto situaron que se mantenga a presos con cáncer en prisión, que se alarguen las condenas o se insista en el dispersión.

En alusión al nuevo tiempo que vive Euskal Herria, incidieron en los pasos que se están dando «para invertir una situación de largos años de conflicto y represión», sin olvidar la respuesta fundamentada en «cerrazón y desprecio» que tiene su reflejo en la vulneración diaria de los derechos humanos fundamentales de los prisioneros, así como de sus familiares.

Tras constatar que son «múltiples» los sufrimientos que ha causado el conflicto, los expresos manifestaron que no cierran los ojos ante todo lo que ha sucedido, «pero creemos que la solución debe de ser beneficiosa para todos y todas».

En ese tiempo de soluciones, abogaron por adoptar decisiones que afecten a los prisioneros. «En la lógica de un proceso de paz, las y los ciudadanos vascos en la cárcel o el exilio deberían tomar el camino de regreso a casa», remarcaron Bilbao y Abad, reiterando que el respeto a los derechos básicos «ayudaría mucho a hacer camino». «Sería -añadieron- un paso importante para la construcción de la solución y la paz».

Como los pasos más urgentes que se debieran de dar, situaron, la liberación de los presos gravemente enfermos, desactivar las medidas que permiten la aplicación de facto de la cadena perpetua y el traslado de los prisioneros a las cárceles de Euskal Herria, acabando con la dispersión. Para activar esas reivindicaciones ciudadanas, consideraron imprescindible el 12 de enero «llenar las calles de Bilbo» para «conseguir que la cárcel y exilio se conviertan en páginas de los libros de historia».