Minuto 92 y Ander Herrera arañando segundos en el córner rival. Minuto 94 y falta al borde del área que una zurda de seda como la de Martí envía arriba. Final del partido, el veterano capitán Gurpegi felicita al novel Laporte, Iraizoz camina con la mirada clavada en el verde con la sensación del deber cumplido -y con creces, porque suyos son buena parte de esos tres puntos- y Herrera choca su mano con la del delegado del equipo, Iñaki Morán, mientras profiere palabras enrabietadas. Victoria sufrida y trabajada, sin alardes ni brillantina, pero un grupo que el miércoles estaba muerto, ayer, a costa de otro cadáver, se levantó y se puso a andar.

Los últimos partidos de los leones, y el de ayer no fue una excepción, marcan una regularidad. La de que este equipo poco tiene que ver con el del juego alegre, protagonista y veloz de la temporada pasada. Aquello es ya historia. Que se vuelva a asemejar, el tiempo, que lo hay por delante, lo dirá. Pero de momento este Athletic tendrá que sacar los resultados como ayer, con encuentros sufridos y trabajados. Le falta fluidez, le sobra lentitud. Este equipo sigue sin saber finalizar jugadas de ataque, y sigue jugando sobre el alambre en defensa. Y así hasta que suena el gong final. Suerte que le sostiene un `killer' enrachado como Aduriz y un ayer enorme Iraizoz que sigue reivindicándose ante las críticas -segundo partido, además, con la portería a cero-.

Pareja de centrales inédita a la par que ilusionante, con Ekiza y Laporte, y San José de nuevo de pivote defensivo en ausencia de un Iturraspe que vio el choque desde la grada. Bien el eje de la zaga en términos generales, trazas de prometedor stopper en el chaval de Agen -gran zurda y nervios de acero-, gran aportación atacante en banda derecha de Iraola en su retorno, alternancia de aciertos y errores en San José, buen tono de Herrera, entregado pero con escasa aportación Muniain, irregular De Marcos, inadvertido Susaeta -se pierde el choque ante el Zaragoza por sanción- y de nuevo salvador Aritz Aduriz, que fue el primero en anotar ante su ex Valladolid, ante su ex Valencia y ayer ante su ex Mallorca. Décimo gol en Liga, máximo rematador de cabeza de la Liga. `Adu', a lo suyo, suma y sigue.

Nada y guardar la ropa

Dos llegadas del Athletic ante la meta de Aouate en los dos primeros minutos indicaban que los de Bielsa entraban con buen pie al partido. Un disparo de De Marcos al lateral de la red, tras una de esas triangulaciones por banda de la campaña pasada, sostuvieron esa inercia positiva. Y de ahí, a los diez minutos, centro templado de Iraola desde la cal de banda, Aduriz la cruza de cabeza y dedo pulgar a la boca.

No le quedaba otra a los bermellones que apretar y dejar de tantear al rival. Mientras el Athletic no lograba mantener la pelota en los pies el tiempo suficiente ni hilvanar en la medular, el Mallorca atacaba a borbotones, con más necesidad que voluntad. Al cuarto de hora Iraizoz comenzó su recital de paradas, con tres seguidas en apenas un minuto, una de ellas, espectacular manopla a libre directo de Giovani que llevaba escrito el gol. A la media hora era el ariete israelí Hemed el que, por su parte, comenzaba su recital de controles, giros y disparos, pero sin fortuna. Le volvió a sacar el arquero navarro un cabezazo en sus narices y evitó el tanto en otro complicado disparo raso de Víctor, de nuevo en otro balón suelto, no despejado y ganado por el Mallorca. ¡Lo que sufrió el Athletic todo el partido con el juego directo y las segundas jugadas `made in Caparrós'!

El Athletic respiraba en cada uno de esos ¡uys! -hasta cinco en la primera mitad-, es verdad que llegaba arriba con superioridad, pero era incapaz de terminar con garantías una jugada. Una constante que le perseguiría todo el encuentro y que viene lastrando esta campaña. Son incapaces de acertar, no ya en el último pase, sino en el destinatario acertado. ¡Qué poca pegada! La mejor ocasión llegaba de un chut seco de Aduriz desde la frontal a pase desde la banda de un atrevido Laporte al ataque.

Con esa ventaja en el alambre se llegaba al descanso. Siete disparos locales a puerta, uno, el del gol, de los visitantes. Volver de vestuarios y Hemed mandaba un balón arriba delante de Gorka. El Athletic lo seguía haciendo no mal, sino peor, en ataque, defendiendo con fuego un corto marcador que pudo nivelar Víctor si no se hubiera confiado y empujado fuera el balón, solo ante la red. Era el minuto 52. Aviso de que tocaba sufrir. Aviso de que la mejor defensa de este Athletic es jugar al ataque; sobre todo porque la pelota está lejos de su área.

Consiguieron los de Bielsa atemperar los embates mallorquinistas, con un Herrera mucho más importante en el juego del equipo, pero agarrándose también al infortunio de un Hemed que volvió a girarse y chutar desviado, que se topó con otro balón que terminó fuera y, sobre todo, al nulo rédito que el Mallorca sacó a los hasta 15 saques de esquina con los que intimidó la portería bilbaina.

Bielsa dio entrada a Gurpegi por De Marcos a falta de diez minutos, retrasando San José su posición para dejar su hueco al de Andosilla. El técnico argentino indicaba a los suyos que era hora de nadar y guardar la ropa. Estaba claro que de caer un gol lo haría del lado mallorquín y otro palo así en la recta final sería demasiada pierna encima para levantar cabeza. La imagen, sobre la bocina, de Herrera perdiendo segundos junto al banderín de córner, tras una falta a favor en banda, era síntoma de lo que pasaba por la mente de los leones. Pedían la hora. Este Athletic ya no es el mismo. Siguen las carencias, no hubo brillantez y seguramente ni justicia, pero el muerto se levantó y se puso a andar. Ahora, que no tropiece en la misma piedra.