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CRíTICA: «La hija de mi mejor amigo»

Buscando la felicidad en el no tan dulce hogar yanqui

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Mikel INSAUSTI

Hace unos años se pusieron de moda en la cartelera navideña las comedias irreverentes que contravenían el espíritu tradicional de estas fechas. Nada se ha vuelto a saber de aquellas provocativas películas, que han sido sustituidas por un humor de tono agridulce pero más políticamente correcto. Una dinámica contemporizadora en la cual encaja perfectamente «The Oranges», que bien podría ser la versión amable de «American Beauty» y de todas las series televisivas que le siguieron a la hora de radiografiar la vida familiar en las zonas residenciales del extrarradio de las grandes ciudades estadounidenses.

Al igual que sucedía con los comediógrafos clásicos, el televisivo Julian Farino quiere jugar con las diferencias de edad en una relación amorosa como simple detonante del enredo, según el modelo que hizo valer Stanley Donen en «Lío en Río». Si la fórmula ya no resulta tan divertida es debido a que se pretende hacer creíble la atracción que siente la joven hija de los vecinos por el hombre maduro en trámites de separación. Si además el padre de familia en cuestión es interpretado por Hugh Laurie, actor que cuenta con una gran audiencia femenina de todas las edades en la pequeña pantalla, nada parece desentonar o chirriar. Se echa de menos algo más de locura pasajera o de ganas para romper con las convenciones sociales.

El supuesto escándalo no llega a trastocar del todo la convivencia vecinal porque el caso del mayor y la menor lleva a los implicados a replantearse su ideal de la felicidad. Una vez más sale a colación la típica filosofía doméstica de manual de autoayuda, que nos dice que a menudo llegamos a confundir la resignación con el bienestar, y que nunca hay que renunciar a las ilusiones que se han ido quedando por el camino. Hasta la propia hija del protagonista, que cumple la función de narradora, en el fondo envidia a su amiga y quiere ser como ella. Podría llegar a comprenderla si no fuera porque el señor con el que se ha liado resulta ser su padre.

 

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