Amparo LASHERAS | Periodista
Los otros cataclismos
Escribir en el día señalado para un fin del mundo que no ha llegado tiene su punto de interés, se parece a la muerte, sólo puede ocurrir una vez en la vida y si no sucede el sentido común nos advierte que mucho mejor. Por ello, constatar que hoy, 22 de diciembre, primer día del invierno de 2012, el mundo sigue girando sin que las leyes físicas que lo rigen se hayan desbaratado, produce una intrépida sensación de supervivencia, propia de un guión de ciencia ficción.
Seguimos vivos y pensando, y ese ejercicio tan natural sobre la realidad nos confirma que los finales en versión apocalíptica se han quedado obsoletos, sin leyenda que difundir por internet o que evocar en púlpitos divinos. Les han ganado terreno y credibilidad otros cataclismos menos aparentes y más constantes y con un gran potencial destructivo para hacer saltar por los aires lo que somos o queremos ser. Desastres sociales diseñados por el capitalismo para reventar la libertad de los derechos colectivos y retrotraer a los trabajadores y a sus pueblos a la explotación del XIX. Y luego están los cercanos, los complementarios, los que parece que nunca acaban y llegan a Euskal Herria sin fecha ni profecía, con imputaciones de la Audiencia Nacional española para cercenar la libertad de expresión, el derecho de opinión y criminalizar, condenar y encarcelar el pensamiento político. Todos forman parte de un cataclismo continuado y amenazante, cuya capacidad de destrucción democrática se acrecienta con el tiempo.
Sobrevivir a él puede ser la necesidad urgente, pero no la cuestión importante. El 2012 se va y con él el fin del mundo. El 2013 llega y con él el porvenir, todo un reto. Zorionak.