Iratxe FRESNEDA | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Cuentos de Navidad
Confusión. Demasiada confusión. Muy a pesar de que «la historia más grande jamás contada» (La Biblia) pertenezca a tiempos inmemoriales, la influencia que ha generado históricamente su ejemplo nos frecuenta y aplasta cada día. Las narraciones siguen utilizándose como antaño para convencer y moralizar a las masas. Es difícilmente creíble la falacia de la autonomía del receptor y su capacidad de moldear las historias que recibe como si fuesen plastilina. Somos vulnerables, para que engañarnos. Es más, cuanto mayor grado de consciencia tengamos acerca de esta debilidad, mejor. Es Navidad, y en estas fechas tan señaladas, en las que vivimos por encima de nuestras posibilidades, comienzan a desorientarnos aún más con campañas publicitarias embutidas en órdenes y desórdenes simbólicos que nos empujan a desear ser, actuar y pensar de un modo determinado. Agotador. Hasta tal punto que acabamos engullendo descontroladamente todo tipo de productos audiovisuales (relatos), al mismo tiempo que hacemos algo idéntico con la comida y la bebida. Es Navidad y en estas fechas tan señaladas los hay que meten horas extra para reafirmar y apuntalar el orden narrativo que maneja nuestras existencias. Pero por otro lado me gusta pensar que siempre hay un Grinch (sin redimir) que trabaja duro para desincronizar sus relatos y ponerlos patas arriba. En su día el provocador y excesivo director británico Ken Russel aportó algo de su propia cosecha a la desincronización de los relatos navideños con «Un gatito para Hitler». Creo que debo revisar su filmografía estas navidades, más que nada por no volver a ver, vaya desde aquí todo mi respeto y admiración hacia Frank Capra, «Qué bello es vivir».