Las Juntas Generales de Gipuzkoa aprobaron ayer los presupuestos de 2013, con el voto favorable de Bildu -Aralar también apoya las cuentas, pero a la persona que sustituirá a Rebeka Ubera no le han llegado las credenciales- y la abstención de PNV y PSE. Este partido alcanzó hace días un acuerdo con el Ejecutivo foral, que fue saludado expresamente en el pleno por el diputado general, Martin Garitano, mientras que los jeltzales apelaron a la «responsabilidad» para argumentar su abstención, y pidieron una actitud recíproca en el resto de las instituciones.

Lo cierto es que las palabras de Markel Olano tienen sentido si atendemos a la situación en que se encuentran los gobiernos de su partido, tanto en Bizkaia como en Lakua. En ambos casos, al igual que sucede en las principales instituciones de este país, el PNV gobierna en minoría, y la posibilidad de que no pueda sacar adelante los presupuestos empieza a cobrar fuerza, sobre todo en el caso de la Diputación vizcaina. De hecho, el Gabinete de José Luis Bilbao ha retrasado el debate presupuestario al no tener la certeza de que sus cuentas vayan a ser aprobadas. Tras la prórroga en Araba y con UPN prácticamente aislada en Nafarroa, solo Gipuzkoa ha sido capaz de aprobar una ley fundamental como es la que fija los gastos e ingresos de cada ejercicio.

Tras las elecciones municipales y forales de 2011, y tras hacerse Bildu con el Ejecutivo guipuzcoano, hubo quien desde la bancada de la oposición auguró todo tipo de males para un herrialde cuya política institucional ha sido escrutada como nunca antes. Hoy, el gobierno de Garitano puede presumir de ser el único que, por el momento, ha sacado adelante sus cuentas en estos dos años, además de haber acordado importantes cambios en política fiscal y otras medidas, como el tope máximo en los peajes, de gran calado social. Gipuzkoa se ha convertido en el incómodo espejo de quienes siempre han alardeado de su capacidad de gestión y ahora salen malparados en cualquier comparación.