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Alvaro Reizabal | Abogado

Doce de enero: cita en Bilbo

No se puede aceptar de brazos cruzados una situación así. No podemos abandonar a su suerte a tantos compatriotas privados de sus derechos. Por eso el doce de enero tenemos una cita ineludible en Bilbo

Nochebuena. Tenía miedo de que llegaran estas fechas pues nunca sabe uno cómo va a reaccionar. Estoy solo en la celda y hace un frío que pela. No nos han dejado ni cenar tranquilos. Tenían más prisa que nunca por encerrarnos, La radio escupe continuamente villancicos y mensajes publicitarios y estoy pensando en Manu. Le habían dicho que hoy se iría en libertad por el asunto de la enfermedad. Pero hay muchas presiones del Ministerio. Les da lo mismo lo que digan las leyes. Lo único que quieren es que renuncie a la lucha para utilizarle a él también. Es un chantaje asqueroso: o firmas la renuncia o te mueres en la cárcel. Así de crudo. Me indigna y a la vez me pone triste.

-Tranquilo que eres fuerte -me digo-, al principio era diferente, pero con el tiempo te has hecho más fuerte. Además, las navidades no son más que un montaje comercial para fomentar el consumo.

Leo un rato, pero lo dejo, no tengo ganas. Me acuerdo del poteo de Tío Pepe, Olentzero, la familia. Ya estarán a punto de cenar...

-No te agarres mal rollo -me animo-, porque en la calle la gente está harta de la Navidad y deseando que acabe porque no valen más que para estragarse de comer y beber y caer en el consumismo más feroz. Todo es hipocresía.

Sí -pienso-, pero también es la ocasión de juntarse los de casa, reír juntos, y algo tendrán estas fechas, pues hasta las guerras se paran.

-No hagas caso, solo intereses comerciales -me dice la razón-. Marketing puro.

Vale, todo eso es así, pero entonces, ¿por qué lloro?».

Estas líneas que transcribo fueron escritas hace veinte años en la soledad de una celda de una prisión española y pretendían reflejar los pensamientos y los sufrimientos que muchos presos habrían sentido cuando llega la Navidad. Lo terrible del asunto es que veinte años después sean varios cientos los que padecen situaciones similares. El Manu del que se habla es perseguido ahora por las autoridades francesas para entregarlo a las españolas. Si tenemos en cuenta que han pasado veinte años, a día de hoy la práctica totalidad de los que entonces estaban presos debería estar en libertad al haber extinguido sus condenas con arreglo a la normativa vigente en el tiempo de su detención. Pero no es así. Se les mantiene cautivos con esa aberración jurídica de reinterpretar en perjuicio del reo la forma de aplicación del cómputo de cumplimiento de las penas. Cadenas perpetuas a la carta y por ser vos quien sois. Da lo mismo lo que digan los tribunales internacionales. Recurren una y otra vez para mantenerlos presos, sin preocuparse de lo que pasará si su doctrina se declara definitivamente ilegal. ¿Cuándo terminará la suplantación del derecho por la venganza? No se puede aceptar de brazos cruzados una situación así. No podemos abandonar a su suerte a tantos compatriotas privados de sus derechos. Por eso el doce de enero tenemos una cita ineludible en Bilbo para expresar nuestra solidaridad con los que más sufren y reivindicar sus derechos.

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