Txisko Fernández Periodista
El calendario no cambia; la agenda, sí
Mañana, 31 de diciembre, se nos termina el calendario de 2012 y al día siguente, 1 de enero, estrenaremos el de 2013. Por mucho que de vez en cuando se nos cuele un bisiesto, en esta parte del mundo nos hemos dotado de un almanaque estable, en el que el otoño empieza siempre en setiembre y la primavera nos llega en marzo un año sí y otro también.
En este marco temporal, lo que podemos cambiar de un año a otro, o de la noche a la mañana, es la agenda, la personal o la colectiva. Voy a centrarme en la segunda.
Repetir miméticamente la pauta de acontecimientos de este año no nos llevará a hacer un balance muy positivo en cuanto al proceso de resolución del conflicto el 31 de diciembre de 2013. Quizás se haya movido algo pero, como insisten la mayoría de los agentes implicados en estos días de balance de 2012, no se habrán dado los pasos suficientes.
El próximo 12 de enero se reproducirá una de las citas que han marcado este año. En Bilbo, se darán decenas de miles de pasos para exigir que se respeten los derechos de las presas y presos vascos. Pero es difícil de creer que Madrid y París respondan positiva y rápidamente a ese deseo expresado reiteradamente por la mayoría de la ciudadanía de Euskal Herria.
Por ello, habrá que seguir llenando la agenda con iniciativas que obliguen a ambos estados a mover ficha. Iniciativas que pueden ceñirse al ámbito de Euskal Herria, enmarcarse en el ámbito internacional o, incluso, como afirma el PNV, manteniendo una línea de comunicación con el Gobierno de Mariano Rajoy para «adelantar el fin definitivo de ETA».
Volviendo al calendario, como este año los carnavales llegan pronto, se podría aprovechar este baile de fechas -una de esas anomalías temporales impuestas por la tradición cristiana- para adelantar también los asuntos que se consideran clave y abordarlos cuanto antes. A estas alturas, ya nadie puede imponer el inmovilismo apelando a la calma como buena consejera. La sociedad vasca lleva muchos años esperando la resolución del conflicto para que ahora intenten tomarle el pelo con frases huecas o cargadas de cinismo.
Debemos repasar las agendas y acomodarlas al nuevo tiempo. Y hay que hacerlo deprisa.