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2013, UN AÑO PARA LAS SOLUCIONES : EUSKAL HERRIA

Urkullu navegará en aguas turbulentas...

Las elecciones autonómicas de la CAV del 21 de octubre no solo cerraron el ciclo del apartheid, sino que abrieron la fase de una nueva correlación de fuerzas institucional tanto en sentido cuantitativo como cualitativo. Ahora, tener 27 parlamentarios de 75 no es lo mismo que hace unos años.

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Iñaki IRIONDO |

Que el Parlamento de Gasteiz acabara renunciando a la compra de cien iPad, que vaya a revisarse el modo de pago de las dietas de viaje y los posibles cambios que a partir del próximo presupuesto pueden tener otros cobros que perciben los parlamentarios, no solo tienen que ver con el número de escaños con el que la izquierda independentista ha entrado en la Cámara autonómica, sino con un cambio cualitativo en el ámbito político, en el que se suma la fortaleza institucional con la capacidad de poder acordar posiciones comunes con los otros partidos.

Lo de los iPad o las dietas es solo un ejemplo, en el que también ha influido de manera determinante que en los actuales tiempos de crisis, la sociedad y los medios son especialmente sensibles a la suntuosidad. Pero de nuevo hay que volver a que nada habría sido igual si la izquierda abertzale se moviera hoy en los parámetros anteriores a «Zutik Euskal Herria» y la posterior decisión de ETA.

En otros periodos de las últimas décadas la izquierda abertzale ya ha contado con notable fuerza electoral, pero allí donde ganaba se fabricaban coaliciones para apartarla del poder, y en otros ámbitos, como el parlamentario, se establecían en torno a ella «cinturones sanitarios», explícitos o no, que convertían buena parte de su actividad institucional en meramente testimonial.

Eso ha cambiado de manera notable y hoy es el día en el que la única gran institución que tiene garantizados sus presupuestos tras un acuerdo entre diferentes es la Diputación de Gipuzkoa, con el valor añadido de que el pacto fiscal entre Bildu, PSE y Aralar aparece además como condicionante de las cuentas en otros territorios.

Este es el contexto en el que el PNV ha decidido que Iñigo Urkullu gobierne en solitario con 27 de los 75 escaños del Parlamento, lo que le va a obligar a la búsqueda constante de acuerdos, puesto que ya no puede confiarlo todo a que las abiertas divergencias entre los grupos de la oposición les impidan siempre coincidir en el voto.

Amigos con derecho a roce

La victoria electoral del 21 de octubre del PNV, con seis escaños de ventaja sobre EH Bildu, elevó la autoestima jeltzale (un parámetro que a veces se le mezcla con cierta arrogancia), y en Sabin Etxea se vieron en condiciones de empezar a gobernar en solitario y sin ataduras. Sabe que al final tendrá que buscar pareja, pero de saque atendió más a que las diferencias de modelo económico con EH Bildu son notables y también a que un compromiso formal con el PSE, después de que les echaran de casa en 2009, resultaba todavía apresurado.

Iñigo Urkullu ha abierto un periodo de fijar posición, que va desde la conformación de su Gobierno hasta la presentación del proyecto de presupuestos al Parlamento. El mensaje es que el PNV ha vuelto a Ajuria Enea, sabe cómo quiere hacer las cosas, las hará bien y ahora va a buscar quién le ayude a ello, pero desde la evidencia de que es el PNV quien marca el rumbo.

De momento, el PNV no busca pareja estable sino amigo con derecho a roce, y da la impresión de haberle echado el ojo al PSE. No han pasado desapercibidos ni los requerimientos a Patxi López del pleno de investidura, ni los elogios al exquisito traspaso de poderes que hizo Iñigo Urkullu, ni la notable dulcificación de la comprometida auditoría sobre el estado en el que el Ejecutivo anterior dejaba las cuentas autonómicas, ni la cesión para que el PSE tenga senador autonómico y más presidencias de comisiones. Incluso la sorprendente decisión de dejar caer los presupuestos de Araba puede entenderse como un gesto de alejamiento del PP y, por tanto, de acercamiento a otros partenaires.

También es evidente a quién toma el PNV como rival. En el Pleno sobre las pagas extra de 2013 tenía motivos suficientes para criticar a PSE, por lo hecho en Lakua, y al PP, por lo impuesto desde Madrid, pero sus dardos fueron dirigidos a EH Bildu.

Al margen de otras cuestiones, PNV y PSE tienen una larga tradición de contacto institucional que a veces se traduce en pequeños detalles pero que facilitan después la acción común. Por ejemplo, PSE y EH Bildu presentaron conjuntamente en el Parlamento la petición para que se habilitara el mes de enero, pero para cuando la cuestión llegó a la Junta de Portavoces el PSE ya había alcanzando un acuerdo con los jeltzales que ni siquiera había consultado con los cofirmantes del escrito.

La resurrección del PSE

Después de la pérdida de poder institucional sufrida en las elecciones municipales y forales, el PSE quedó definitivamente apartado de todos los centros de gobierno tras las elecciones autonómicas.

Cuando se disponía a emprender su propia travesía del desierto y en vísperas de un congreso que debería reorientar el rumbo del partidos, el PSE se encuentra con que, habiendo sabido jugar sus cartas en Gipuzkoa, ahora está intentando también ser seducido por Urkullu.

Esto puede crear una sensación de resurrección, tan gratificante como peligrosa si no va acompañada de los movimientos realmente necesarios para contactar con el electorado que un día le abandonó y, más importante para cualquier partido, con el que todavía está por ser conquistado.

En esta situación, toda ayuda del PSE al Gobierno de Urkullu exigirá contrapartidas, y la presencia en el Parlamento de 21 escaños de EH Bildu obligan a que esas contrapartidas sean de carácter social, al menos si es que el partido de Patxi López no quiere dejar todo el terreno abierto al crecimiento de la izquierda independentista.

Esto hace pensar que el lehendakari necesitará algo más que buenas intenciones y palabras amables para navegar por unas aguas agitadas por la terriblemente difícil situación económica y social, con un Gobierno español empeñado no solo en una política salvaje de recortes sino también en un ejercicio de constante recentralización decreto a decreto, y todo ello, semana a semana, desde la minoría parlamentaria.

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