POLÉMICA TRAS EL partido EUSKAL SELEKZIOA-BOLIVIA I ANÁLISIS
Un gol en propia puerta
Ramón SOLA I
El partido del sábado será recordado por casi todos por una misma imagen: la de Anoeta bajo el humo. Probablemente también lo que quede para la pequeña historia del país es que el encuentro dio pie a una polémica política sobre el modelo policial. Unos espectadores guardarán en la retina las bengalas; otros, los porrazos. Habrá también quien se acuerde del partido de 2012 por el significativo dato de que Anoeta se quedó bastante lejos del lleno. Algunos se quedarán con que en la calle se concentraron los familiares de los presos, mientras que otros lo que guardarán con más gusto en la memoria es que en el palco había nuevo lehendakari. Para el curriculum de la selección quedará que ganó 6-1, aunque los aficionados inmediatamente se matizarán a sí mismos que aquello no tuvo mucho mérito porque la tricolor merecía otro rival mayor. Otros rememorarán la jornada por la anécdota de Marcelo Bielsa, genio y figura, sacando su entrada en taquilla. En cuanto a la Federación Vasca, el encuentro le dejará lo de siempre: dinero, aunque menos del que hubiera querido.
Lo que será realmente difícil es que alguien se acuerde del partido por el que era su objetivo principal.
Y es que esta selección no es un equipo de fútbol más, ni este partido debiera ser mero folklore popular -ni para bien ni para mal-. Tiene detrás una causa que lo inspira, no diferente a la que animaba a aquellos futbolistas que representaron a su país en el exilio en 1937 y que en esta época histórica se resume en una palabra: Oficialidad. Una demanda que el sábado quedó ocultada por todo el humo en torno al partido.
El tropezón del sábado debería ser tomado muy en cuenta por quienes impulsan esta causa que seguramente es mayoritaria en la sociedad vasca, y que por eso mismo solo puede perder el partido si se mete goles en propia puerta como el de Anoeta. Y eso evidentemente no lo van a solucionar Bielsa, ni la Federación Vasca, ni Urkullu, ni la Ertzaintza.