Debate sobre el ritmo escolar en el Estado francés
El horario y la capacidad de atención en las aulas
La jornada escolar de los alumnos en el Estado francés es la más larga de Europa, por lo que el debate sobre los ritmos se ha reavivado con el planteamiento de la nueva reforma del sistema educativo. El objetivo es adecuar la enseñanza a la capacidad de atención real de los alumnos. Sin embargo, la reforma aparece menos ambiciosa de lo anunciado.
Ainize BUTRON
Los alumnos de primaria tienen las jornadas diarias de aprendizaje más largas del mundo, mientras que los días de escolarización suman el año más corto. Así resume el investigador en Sicología Christophe Bujon la organización actual de la enseñanza en el Estado francés.
Condensadas en cuatro días semanales -lunes, martes, jueves y viernes-, alumnas y alumnos comienzan las clases entre ocho y media y nueve de la mañana, según las escuelas, y continúan hasta las doce del mediodía. Tras hora y media o dos horas de descanso, retoman las clases hacia la una y media o dos hasta las cuatro y media de la tarde.
En total, realizan 864 horas de clase al año repartidas en 144 días de escuela. En 1910 el total de horas realizadas por un alumno de primaria al año era de 1.310. Desde entonces, la cantidad de horas ha ido disminuyendo y, sin embargo, el programa escolar se ha ido cargando. «Los días de trabajo de los niños no podrían soportarlos ningún adulto», subraya Xantal Blain, directora de la escuela católica Saint-Joseph de Itsasu.
Por tanto, la cuestión es: ¿la organización escolar está, hoy en día, adaptada a la capacidad de atención de los alumnos? el sicólogo e investigador Christophe Bujon indica que con la organización de la enseñanza actual «los límites de la atención de los niños están sobrepasados». Los estudios sobre los ritmos escolares o la cronobiología corroboran la afirmación del investigador, ya que sitúan en las últimas horas de la mañana el momento culminante de la atención del alumno. La atención baja después de comer, para volver a situarse en lo más alto al final de día, es decir, hacia las seis de la tarde.
Según esos mismos datos, para la mayoría de los aprendizajes ligados a la lectura y a la escritura, la mejor opción es la de trabajar bien por la mañana. Los expertos abogan por dedicar una buena parte de la tarde a actividades periescolares como pueden ser el deporte y las actividades culturales.
El comité de pilotaje sobre los ritmos escolares, integrado por expertos, publicó un revelador informe en 2011, en el que proponía establecer el horario de enseñanza diario de 8.30 a 15.30.
Para Serge Cueli, director de la escuela primaria del barrio de Sainte-Croix, en Baiona, está claro que las jornadas de aprendizaje actuales son demasiado largas: «Son seis horas diarias, a las que hay que añadir los deberes en casa. Los programas escolares están muy cargados y la organización de las jornadas no tiene en cuenta la capacidad de atención natural del alumno».
Esta situación se ha agravado tras la reforma de 2008. Para permitir a las familias gozar de dos días completos de vacaciones semanales y desarrollar el turismo de fines de semana, la reforma concentró la semana escolar en cuatro días manteniendo el mismo programa escolar y el mismo número de días de escuela al año.
François Testu, profesor de Sicología de la Universidad de Tours, subraya que, en general, los estudios internacionales de evaluación del nivel escrito, en lectura y en competencias matemáticas han «reculado en los pocos países que han adoptado la semana de cuatro días».
Según los datos recabados por GARA, todos los enseñantes, tanto de la enseñanza pública como de la privada o de ikastolas, están de acuerdo en que esa reforma fue un error. «La semana de cuatro días ha sido un factor agravante dentro de la organización del tiempo escolar. Hacer en cuatro días lo que antes se hacía en media jornada más no ha hecho más que cargar los días de clase», insiste Cueli.
Las teorías sobre el ritmo escolar y la cronobiología son conocidas desde hace muchos años pero hasta 2012 ninguna de las reformas educativas de los sucesivos gobiernos franceses las habían tenido en cuenta.
Con la voluntad de armonizar su sistema educativo con el de los otros países europeos, y teniendo en cuenta los estudios sobre el bajo nivel de competencia de los alumnos del Estado francés, el Gobierno de François Hollande anunció el pasado verano que llevaría a cabo una reforma «ambiciosa» de la educación. El anuncio abrió el debate sobre el ritmo escolar en los medios de comunicación y en la enseñanza. La propuesta del ministro de Educación, Vincent Peillon, fue, en un principio, proponer una reforma basada en los datos de la cronobiología. Las primeras informaciones apuntaban hacia una refundación global de la organización del tiempo escolar, con jornadas de enseñanza que empezarían a la misma hora pero que terminarían a las tres y media, y con un remodelamiento del tiempo vacacional. La propuesta fue calcada de los informes realizados por expertos en cronobiología.
Reforma poco ambiciosa
Estos primeros rumores crearon cierto escepticismo, pero también miedo dentro de distintos sectores de la sociedad. Teniendo en cuenta que la jornada laboral media de un asalariado no termina antes de las cinco de la tarde, los padres y madres de los alumnos fueron los primeros en preocuparse: «¿Qué pasara con nuestros niños a partir de las tres y media?». El mismo tipo de dudas fueron expresadas por los municipios y mancomunidades, que tienen a cargo el pago de actividades ligadas a las escuelas primarias: «¿Quién pagará las actividades periescolares? ¿cómo se organizará la cantina o el transporte escolar?». Y otro sector que mostró preocupación fue el del turismo, que ve en este cambio una posible bajada de su actividad.
Teniendo en cuenta esos obstáculos, la reforma, que en el caso de Ipar Euskal Herria entraría en vigor en setiembre de 2013, se presenta como mucho menos ambiciosa de lo previsto inicialmente. El eje central del texto es pasar de cuatro días semanales a cuatro y medio, quitando cuarenta y cinco minutos de clase por día.
El inspector académico de Pau mantuvo un encuentro con los representantes de los municipios y responsables de mancomunidades de Ipar Euskal Herria el 21 de diciembre pasado para avisarles de estos cambios. Sin embargo, el problema de la financiación sigue estando en la mesa. ¿Quién financiará los últimos tres cuartos de hora? Lógicamente deberían ser los municipios o mancomunidades a cargo de la enseñanza primaria. La preocupación es mayor en la enseñanza privada y en las ikastolas, ya que deberán financiar ellas mismas el coste originado por el cambio. El responsable pedagógico de Seaska Jean-Michel Etxegarai recuerda que, aunque la ley pasará en enero por el Parlamento, que todavía «las cosas no están nada claras». «Estamos esperando a ver cómo se pondrá en funcionamiento, y entonces llegará el tiempo de las negociaciones. En lo que nos concierne, también habrá debates con los padres en cada ikastola. La cuestión es cómo se va a financiar», incide.
«Esta reforma, tal y como la presentó el ministro, era la ocasión de cambiarlo todo, de hacer algo que estuviera bien, pero al final es mucho menos ambiciosa de lo que se esperaba. Al principio se habló de disminuir los dos meses de vacaciones de verano, pero el lobby del turismo terminó ganando», explica el director de la escuela pública de Baiona.
Tal y como subrayan los directores de escuela, la reforma prevista en un principio por Vincent Peillon suponía una total refundación del funcionamiento actual de la sociedad francesa. «Una sociedad no puede gravitar en torno a los niños, se trata de centenares de miles de empleos. Puedes conseguir que los niños sean muy felices, pero si los padres, desempleados, no lo son, no funcionará», anota, con ironía, Serge Cueli.
Frustración en la enseñanza
La enseñanza es una de las profesiones menos valoradas hoy en día en el Estado francés y, por consecuencia, cada vez menos atractiva. «Somos los menos pagados en Europa. Los salarios en Alemania son el doble de los nuestros», lamenta Serge Cueli.
El actual Ejecutivo francés no piensa tocar el programa escolar, pero sí imponer el aprendizaje de las lenguas desde el primer año de primaria. «En cuanto hay un cambio de gobierno, llega una nueva reforma. Los enseñantes son favorables al cambio, pero han hecho esta reforma demasiado rápido y mal. Lo único que va a lograr es crear más frustración dentro del cuerpo enseñante», explica Cueli, quien augura que, con esta reforma, llegarán nuevas movilizaciones de los enseñantes.
Las escuelas privadas o asociativas tienen la libertad de decidir sobre su propia organización tanto a nivel de contenidos educativos como de organización. En 1995 tuvo lugar en Hazparne una conferencia de Hugo Montagne, gran especialista francés sobre los ritmos escolares. Tras ese encuentro, el grupo pedagógico de la ikastola de Uztaritze decidió llevar a cavo una reflexión sobre este asunto. «Invitamos al conjunto de las redes de enseñanza a esa conferencia, pero fuimos los únicos que lo llevamos a delante hasta el final», explica la andereño Pantxin Duhart.
El equipo pedagógico lanzó un debate con las madres y padres de la ikastola que se desarrolló durante varios meses, y cuando llego la hora de votar sobre la nueva organización semanal, fueron muy pocos los que se pronunciaron en contra. Cuando llegó la reforma de 2008, que preconizaba, justificándolo por el bien del alumno, pasar a cuatro días de escuela semanales, en Uztaritze decidieron mantener como lectivo el miércoles por la mañana y aligerar la jornada diaria a 5 horas y 30 minutos. Duhart comenta que este sistema no solo permite trabajar con menos presión y teniendo en cuenta la capacidad de atención del alumno, sino que también permite trabajar más el euskara. «Teniendo en cuenta que tenemos familias no vascófonas, los alumnos tienen un día más para hablar en euskera. El miércoles por la mañana es el día que más apreciamos para trabajar tanto nosotros como los alumnos porque estamos más tranquilos, y las jornadas están más equilibradas», indica, por su parte, Kattalin Salaberri.
Para las enseñantes de Uztaritze, trabajar el programa educativo en solo cuatro días es «demasiado cargado». Tanto Duhart como Salaberri se muestran favorables a la nueva reforma planteada desde París, aunque tienen ciertas reservas sobre su concreción. «Vamos a esperar a ver cómo se hará la reforma». Salaberri considera que la nueva reforma de la educación «cambiará muchas formas de funcionamiento, tanto las mentalidades como la estructuración social actual». A.B.