Más de quinientas firmas y rostros conocidos del mundo de la cultura, del deporte, de la universidad y de los medios de comunicación, entre otros ámbitos de la vida social de Euskal Herria, así como un buen número de representantes políticos y mandatarios institucionales han expresado su respaldo a la manifestación convocada por Herrira el próximo día 12 en Bilbo. El extenso y plural listado de adhesiones, igual que la fotografía que ofreció la rueda de prensa celebrada ayer en Donostia, son indicadores fiables de hasta qué punto las demandas que dan cuerpo a esta convocatoria son compartidas por sectores muy amplios de la sociedad vasca, y no es aventurado augurar que las calles de la capital vizcaina acogerán dentro de nueve días una nueva movilización masiva. Una vez más, el colapso de las principales arterias bilbainas llegará de la exigencia de respeto a los derechos de los presos y presas.

Quienes asistieron a la colosal manifestación del año pasado, celebrada cuando el escenario político aún se sacudía por el terremoto ocasionado por el cese definitivo de la actividad armada de ETA, seguramente no esperaban -desde luego, no lo deseaban- que doce meses después la situación en las cárceles españolas y francesas se mantuviera en los mismos términos que entonces, o incluso peores. En este tiempo, Madrid y París no solo se han negado a entrar en el cauce de la solución, sino que han hecho caso omiso a demandas que se ciñen estrictamente al ámbito de los derechos humanos.

En su cerrilidad, ambos estados han apostado por enmendar la posición mayoritaria de la sociedad vasca, y la réplica que han recibido ha sido una riada de apoyos a esas demandas. No acaban de entender que cuanto más se enroquen, mayor será el caudal de la respuesta, y su empecinamiento hará que el 12 de enero se forme un mar de solidaridad, inabarcable para quienes han hecho de construir diques su principal cometido.