Paul Thomas Anderson es de los que hace pocas películas, pero consigue que se hable de ellas, ganándose admiradores en todas partes. Podrán gustar más o menos, pero «Boogie Nights», «Magnolia» y «Pozos de ambición» son los títulos de culto de su selecta filmografía, a los que ahora se suma «The Master».

Anderson da una libérrima versión de la Iglesia de la Cienciología y de su fundador Ron L. Hubbard, aunque lo único que parece interesarle verdaderamente del tema es el contexto histórico en que se desarrolló la secta en cuestión. Así, muestra cómo después de la II Guerra Mundial la población se encontraba abatida por las perdidas humanas y necesitaba creer en algo más. Una de las almas descarriadas que vagabundeaban por los Estados Unidos, después de volver del frente, se convertirá en el discípulo perfecto para el gurú del momento.

La relación maestro-alumno adquiere complejos matices paternofiliales en las interpretaciones complementarias de Philip Seymour Hofman y Joaquin Phoenix. El joven excombatiente arrastra problemas psiquiátricos y de integración social, mientras que su mentor acusa una galopante megalomanía. Lo curioso es que, siendo tan distintos en lo tocante a la autoestima, acabarán aprendiendo el uno del otro, e incluso necesitándose.

Anderson se ha inspirado en la figura errante del escritor John Steinbeck para el papel de Phoenix, además de en las vivencias personales que el veterano actor Jason Robards le contó durante el rodaje de «Magnolia» sobre sus borracheras en la Marina. También ha estudiado a fondo el documental de John Huston «Let There Be Light», donde se trataba la problemática de los soldados traumatizados por el impacto bélico. En el apartado técnico ha querido recuperar la amplitud panorámica que permite rodar con ruidosas cámaras de 70 mm. ya en desuso, debido a la dificultad que añade a la filmación su gran peso y tamaño.